El deporte profesional se debe al púbico y a los patrocinadores, pero se está llegando a un punto en el que cada vez se mira menos por los atletas. Esta semana se está jugando un torneo de golf del Symetra Tour en Palm Springs (EE.UU.) a 45 grados de temperatura, lo que a todas luces es perjudicial para la salud. «El deporte es bueno para el organismo y nos hace sentirnos más saludables, pero ante todo debe hacerse con sentido común», comenta el doctor Alfonso del Corral. En esta prueba del desierto californiano, clasificatoria para el LPGA Tour del año que viene, hay una española presente, Marta Martín. «Se agradece que esta vez hayan hecho una excepción y nos hayan permitido jugar en buggy para no sobrecargarnos tanto y evitar complicaciones», explica la madrileña con alivio. Los problemas a los que alude la golfista los vivió en sus propias carnes Carlos Balmaseda cuando jugaba en el Mena Tour, un circuito que se disputa en los países árabes y en los que decidieron tomar precauciones, pero no siempre con éxito. «Allí jugábamos en coche y con pantalón corto (antes de que los autorizara el European Tour), pero pese a ello una vez sufrí un golpe de calor en Dubái y es algo que no deseo para nadie. Tienes la sensación de que te está dando un infarto y te quedas completamente fundido, sin fuerzas». Esta situación sucede en cualquier escenario en el que al cuerpo humano se le exija el máximo rendimiento sin tener en cuenta las condiciones ambientales. El ciclista Félix García Casas, profesional de los años 90 que acabó las tres grandes entre los 15 primeros, recuerda «haber pasado muchísimo calor y un frío extremo encima de la bicicleta». «Afortunadamente yo nunca sufrí un problema por esta cuestión. Eso sí, lo vi en varias ocasiones en mis compañeros de equipo», rememora. Los síntomas del golpe de calor son los de «un fallo multiorgánico, porque el cuerpo necesita energía y se le va agotando. Lo curioso es que muchas veces el deportista no es consciente de que va perdiendo facultades hasta que le da el colapso», señala el preparador físico Emilio Pereira. También llama mucho la atención la excesiva transpiración y el propio trabajo del riñón, comparado con el mayor bombeo de sangre del corazón. «Aunque te bebas quince botellas de agua no vas al baño en todo el día; todo el líquido lo pierdes sudando», rememora Balmaseda. Una buena hidratación La lógica médica indica que «no hay que hacer esfuerzos en las horas centrales del día y es necesario cubrirse la cabeza e hidratarse continuamente», advierte Del Corral, a lo que Pereira añade una técnica propia que consiste en «realizar una dieta rica en sales antes de jugar y luego en el campo alternar una botella de agua con otra de suplementos minerales». Se produce un problema añadido cuando los deportistas tienen alguna discapacidad, como indica García Casas, que en su calidad de seleccionador de ciclismo adaptado ha visto a corredores con fuertes deshidrataciones. «Su afectación medular les impide regular bien el calor y no son conscientes de que pierden facultades, por lo que hay que vigilarles mucho desde fuera». Pereira, que también trabajó con futbolistas con parálisis cerebral, recuerda que «veías desde fuera que los chicos intentaban esforzarse al máximo, pero que las habilidades se les iban agotando y tenías que forzarles a que se hidrataran, pues no eran conscientes de ello». Así las cosas, se haría necesaria una reglamentación que regulara la temperatura en las prácticas deportivas. «Creo que no hay necesidad de llevar las cosas tan al límite y que habría que impedir jugar a partir de una determinada temperatura», sugiere Marta. «Es un asunto de difícil solución, pero en el ciclismo se podrían buscar alternativas como neutralizar las etapas al llegar a una cifra límite», dice Casas.
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