lunes, 1 de octubre de 2018

La campaña de alto riesgo cierra con los datos de incendios más bajo en diez años

La lluviosa primavera también ha dado sus frutos en la campaña de alto riesgo de incendios forestales, que ayer tocó a su fin, con la cifra más baja de fuegos y hectáreas quemadas del último decenio. Las abundantes precipitaciones de marzo y las que también se registraron en junio no sólo tiñeron de verdor y color el campo, sino que permitieron entrar en verano con «un nivel de humedad elevado en la vegetación» que «ha permitido que los fuegos iniciados progresaran lentamente», destacan desde la Consejería de Fomento y Medio Ambiente. Y eso a pesar de unos meses de julio y agosto «bastante cálidos». Aún así, el balance, a falta de cerrarse los datos definitivos, es «bastante halagüeño», y más teniendo en cuenta que se llegaba a la campaña después de un negro 2017, en el que la pertinaz sequía y calor obligaron a prolongar la campaña de alto riesgo de incendios hasta octubre, arrojando un balance de más de 32.000 hectáreas calcinadas -10.379 arboladas- pasto de 1.481 incendios, más del doble que en el promedio de los diez años anteriores. Este verano, las condiciones se han alineado y han permitido vivir una campaña de alto riesgo de incendios más tranquila. Si el número de fuegos se ha reducido a menos de la mitad respecto a los declarados el año pasado, la mayor diferencia se da en la superficie arrasada: en torno a 90 por ciento menos. En 2017, julio ya arrancaba con unas elevadas cifras de más de 11.300 hectáreas afectadas por el fuego, extensión que este año no se ha alcanzado, ni de lejos, sumando las consumidas por las llamas en los meses más críticos (julio y agosto). Hasta ayer, desde que arrancó el año, habían ardido unas 2.500 hectáreas. No grandes Si se comparan con el promedio de los últimos diez años, la superficie afectada por los incendios forestales (14.860 hectáreas) ha disminuido en torno al 80 por ciento. La cifra es inferior incluso a la de 2016, cuando no se llegó las 3.600 hectáreas quemadas y está muy lejos de los también negros 2012, cuando ardieron casi 37.000 hectáreas, y 2009, con cerca de 25.600 calcinadas. En esa diferencia en las cifras influye que este año sólo se ha registrado un gran incendio (de más de 500 hectáreas), y se produjo antes de que comenzase el periodo de alto riesgo de incendios. Fue el 12 de mayo cuando se desató un fuego intencionado en la localidad leonesa de Santa Colomba de Curueño que se llevó por delante 545 hectáreas de superficie forestal (algo más de 529 de matorral y monte bajo y casi 116 de arbolada). Supone cerca de una cuarta parte de todo lo quemado hasta ahora en Castilla y León. Después de ese fuego, por superficie arrasada, destaca el declarado el 26 de julio en el término municipal de la localidad abulense de San Juan de la Nava, que consumió 161 hectáreas de terreno arbolado. Y ese mismo día fue la única vez en toda la campaña de alto riesgo en la que se activó el nivel 2 (en una escala de 0 a 3, tope no alcanzado este año), por la simultaneidad de dos fuegos en Navaluenga y Casavieja (Ávila), que obligaron a cortar una carretera. Y no ha sido necesaria la colaboración de medios externos como la UME (Unidad Militar de Emergencias) para apagar las llamas. Por el contrario, han sido numerosos los conatos (de menos de una hectárea) declarados e incluso ha habido días en los que no se han registrado incendios forestales o tan sólo uno en las más de 94.000 kilómetros cuadrados de Castilla y León. Ayer, la campaña de alto riesgo cerró con una docena de fuegos, once ya extinguidos y únicamente uno (en Palacios de Jamuz, León), aún sin extinguir, pero ya controlado. En 2017 se contabilizaron hasta nueve grandes incendios. Varios de ellos asolaron en solitario más superficie que toda la reducida a cenizas en lo que va de 2018. El más grave, el intencionado de Encinedo (León), que se llevó por delante cerca de 10.000 hectáreas, casi 9.780 de superficie forestal, de las que 3.330 eran arbolado. También grande el de Pino del Oro (Zamora), con unas 3.000 hectáreas por las que se extendió el gris de las cenizas, o el de la también localidad zamorana de Fermoselle, con cerca de 2.700 afectadas por las llamas. Este año, la mano del hombre prendiendo el bosque también ha actuado, aunque con efectos menos negativos y con menor intensidad. De hecho, desde la Consejería que dirige Juan Carlos Suárez-Quiñones destacan que «la mayor concienciación de la población» como «uno de los principales factores que han hecho posible» que en este 2018 se registre un número de incendios forestales «muy bajo».

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