«Si una peseta diera cada español, pero no a mí, adonde tienen que darla, quizá saldría de la deuda. Y después, yo no sé, me iría al estadio, con todos los que han dado esa peseta, o esas cien pesetas, para tomarme una copa con ellos y llorar de alegría». Era el año 1987 y Lola Flores inventaba el ‘crowdfunding’ para saldar sus cuentas con la hacienda pública. Décadas después, Carles Puigdemont copiaba a la ‘Faraona’ y pedía a sus también fieles seguidores un dinerito. Si doce euros diera cada catalán… A cambio, el fugado no ofrece unos tragos en el Camp Nou, sino un carnet que, a modo de timo de la estampita, no sirve para absolutamente nada. Es el carnet del Consell per la República. Es decir, es la manera de financiar el palacete de Waterloo y los gastos de su corte, formada, entre otros, por el bufón Valtonyc. Y por los caprichos de estos tramposos anda el Parlament totalmente paralizado. Mientras tanto, las olas pandémicas se suceden y las empresas siguen cerrando o huyendo a otras comunidades, mayoritariamente a Madrid. Los principales chefs catalanes anuncian que votarían a Isabel Díaz Ayuso. Ya era hora: se empieza a perder el miedo y el respeto al nacionalismo. Y es que, de seguir así, no nos va a quedar ni la gastronomía. Ya se cargaron la industria. Sin embargo, los partidos independentistas no se quieren enterar y se limitan a discutir sobre cómo contentar a la ‘Lola de Waterloo’. La estafa del carnet no da para muchas fiestas, aunque simboliza la involución de una comunidad otrora vanguardista. Cataluña ha pasado de la revolución de las sonrisas a la parálisis del fanatismo. Ni el Parlament debería volver a someterse a la ANC, ni el Palau de la Generalitat debería confundirse con la mansión de Puigdemont. Pero nada cambiará, la decadencia seguirá, si no hay más voces que, como los restauradores, griten «basta ya».De España https://ift.tt/3gCeC7I






0 comentarios:
Publicar un comentario