sábado, 28 de abril de 2018

Lo que la banda quería y ya no será

ETA tuvo muchas oportunidades de irse de otra manera. Lo hace forzada por su propia situación de ruina, y tan importante como lo que está sucediendo es lo que ya no sucederá: las aspiraciones rotas de la banda en su adiós. La autodisolución sin capuchas No habrá foto del final de ETA. Todos sus jefes están en la cárcel, lo que significa que los etarras no se retiran, sino que ya han sido retirados por la ley y las Fuerzas de Seguridad. Por tanto no tendrán oportunidad de poner escena que se van por propia voluntad, a cara descubierta como hicieron los «polimilis» en 1983. Despedida y cierre a lo grande La ceremonia de despedida no va a ser en España, «ni consentida ni favorecida» por el Gobierno español. Y, por supuesto, sin ningún tipo de contraprestación. ETA se ha dirigido al menos a dos ejecutivos europeos para que envien alguna representación al acto y han obtenido una respuesta negativa. El «endoblamiento» en el frente civil Ya no se materializará el proyecto a largo plazo que diseñó ETA de, una vez conseguidos sus objetivos, concluir su ciclo como grupo armado revirtiendo su «desdoblamiento» con el fin de «poner toda su experiencia al servicio del frente civil». Lo reconocen en la declaración, este –dicen– «no ha sido un final como preveíamos». La amnistía y el olvido Las siglas de ETA pueden desaparecer, pero «lo que no desaparecerán son los delitos y las responsablidades criminales». La comunidad de la lucha antiterrorista trabaja en la captura de los pocos etarras que quedan en la calle y estudia los archivos de la banda entregados por Francia en febrero para esclarecer crímenes pendientes.

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