El Real Zaragoza se apuntó el derbi aragonés de los sueños y da un nuevo paso de gigante en sus aspiraciones de conseguir el ascenso. Todo lo contrario que la Sociedad Deportiva Huesca, que continúa sin ganar y ve como su enorme ventaja se va reduciendo peligrosamente hasta la mínima expresión. Un gol de Javi Ros en la segunda parte le hizo justicia al equipo de Natxo González, que en los últimos minutos y con el Huesca volcado en busca del empate pudo haber firmado un resultado muchísimo mayor.
El Zaragoza-Huesca más trascendente de la historia se jugó con una Romareda a reventar, que empujó a los suyos como nunca en toda la temporada y asustó al Huesca más de lo esperado. El equipo de Rubi afrontaba un examen de máxima exigencia y no supo aprobarlo. Se encogió en un gran escenario y sus principales jugadores de ataque apenas alzaron la voz.
El Zaragoza salió al galope y gozó de dos ocasiones clarísimas en los primeros siete minutos: un disparo alto de Borja Iglesias, tras ganarle la espalda a los centrales, y un cañonazo de Pombo al poste derecho de Remiro.
El Huesca trató de dormir el partido, pero no pudo frenar la iniciativa del Zaragoza ni acercarse al área de Cristian Álvarez durante toda la primera media hora. El equipo de Natxo González llevó el peso del partido y todavía volvió a amenazar en un cabezazo de Zapater a la salida de un córner.
Sólo al final de la primera mitad despertó el Huesca. Y lo hizo con un disparo de Melero dentro del área pequeña que se marchó fuera con todo a su favor. Fue su única oportunidad en toda la tarde. Un susto mayúsculo que tuvo su réplica inmediata en una acción entre Borja Iglesias y Febas que acabó en una mano involuntaria dentro del área de Jair.
El Huesca dio un paso adelante tras el descanso y paso a controlar la situación, sin arriesgar y con combinaciones muy largas que obligaron al Zaragoza a gastar energías detrás del balón.
Natxo González quiso darle un cambio rápido al partido y en el minuto 54 dio entrada a Papu por Pombo, buscando la capacidad para eliminar contrarios del georgiano. Y entre Papu y Borja Iglesias cocinaron enseguida el 1-0, que acabó firmando Javi Ros, tras dos despejes de Remiro.
Rubi sacrificó entonces a Sastre, una de las piezas de su triángulo mágico, y sacó al campo primero a Moi Gómez y después a Gallar para intentar recomponer la figura de su equipo. También el Zaragoza movió otra vez su banquillo, metiendo un hombre de refresco y de gran despliegue como Raúl Guti para no perder capacidad de quite y presión en el centro del campo.
El Zaragoza se replegó quizá demasiado en busca de una contra definitiva y cedió demasiado terreno a un Huesca que se lanzó afanosamente a por el empate, pero que careció de intención asesina y fue muy plano y previsible.
El partido mantuvo la emoción hasta el final, pero el Zaragoza pudo sentenciarlo en hasta cuatro ocasiones clamorosas en los últimos instantes. Con un poco más de acierto, Borja Iglesias y Toquero se hubieran puesto las botas y celebrado una victoria mucho más resonante y merecida.
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