domingo, 26 de enero de 2020

Montes y Lugo

Vuelve el busto de Montes, con su pedestal a rastras, a buscar acomodo urbano en Lugo. Que la gazmoña afición local no nos lo tome a mal: las autoridades competentes han convertido al maestro en un culo de mal asiento. Alguien tendrá que escribir algún día acerca de la patológica relación de amor-odio entre Lugo y su compositor más significado y significante («consustancial»: dijo su pariente Varela Lenzano). Quien mejor podría hacerlo, Juan Bautista Varela de Vega, ya no está entre nosotros. Cuando peleaba por sacar adelante su monumental «Juan Montes, un músico gallego» se cansó de llamar a cuantas puertas lucenses pudieran estar interesadas en una obra que hoy, treinta años después de su publicación, nos sigue pareciendo definitiva. Concello, Diputación, delegaciones, instituciones culturales: nadie le echó una mano. El trabajo acabó siendo editado, para vergüenza nuestra, por la Diputación de La Coruña. Es reciente todavía la venta a un particular de muchos papeles relacionados con Juan Montes (hemos manejado montones de autógrafos del músico y de sus correspondientes: nunca se llamó Xoán, sino Juan y, a veces, Juanito). Antes, la vendedora buscó comprador entre algunas sociedades e instituciones: no lo encontró. No interesaban a nadie. Entre esos papeles, una carpetilla rotulada como «Subasta de objetos y facturas para enterrar a Juan Montes del Orfeón Gallego». Pobre Montes. Ni para los gastos de entierro tuvo el compositor de «Negra sombra». La iniciativa de erigir un monumento a Montes no fue municipal, sino del Círculo de las Artes. En el Círculo se recogieron y se entregaron los boletines de suscripción para costear la obra. Se conservan casi todos, debidamente cumplimentados de puño y letra por los interesados, con especificación de cantidades y, a veces, con curiosas sugerencias a pie de folio. El penúltimo episodio de esa relación de amor-odio entre Lugo y su músico la estamos viviendo ahora: Montes fue promotor y primer director de la Banda de Música. El Concello, ese que acaba de anunciar un nuevo traslado del monumento, es el mismo que se ha dedicado concienzudamente a la tarea de que esa banda quedase extinguida. Y lo peor es que ha alcanzado el objetivo.

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