
En la escena final de «El bueno, el feo y el malo», la película de Sergio Leone, suena la inolvidable música de Ennio Morricone mientras la cámara enfoca los ojos de Clint Eastwood, que se dispone a desenfundar contra los dos forajidos que le quieren arrabatar el botín de 200.000 dólares de plata, enterrado en una tumba del cementerio de Sad Hill. Bien podría valer esta imagen cinematográfica para visualizar el desafío al que están sometiendo los líderes independentistas que se sientan en el banquillo a los jueces del Supremo, cuya Salón de Plenos parecía ayer ese Sad Hill lleno de cruces en el que se libra el duelo final. Faltaban las pistolas, pero se respiraba esa tensión que precede al momento...
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