domingo, 12 de mayo de 2019

Boadilla del Monte recupera la huerta borbónica del Infante Don Luis

El sol castiga con dureza la tierra, haciendo aún más seco el polvo que levantan los pies. Unas botas manchadas –a simple vista enormes en comparación con quien las porta–, deambulan entre los brotes ordenados de una huerta. Se agacha, pese a su avanzada edad, para quitar las hojas mustias de algo que parece una incipiente mata de alguna verdura aún irreconocible. Se protege la cabeza con un sombrero. Bajo su brazo, un gran plano enrollado que consulta una y otra vez comprobando que todo está como debería. Al menos como ella –Lucia Serredi, paisajista encargada de recuperar la zona de cultivo del Palacio del Infante Don Luis– ha logrado deducir de su estudio histórico sobre este conjunto monumental de Boadilla del Monte. Tras años de reformas en el interior, el perímetro y los jardines de este BIC regional, el municipio ve durante estos días los «frutos» de la inversión de 2,1 millones de euros en esta zona del palacio. Un paso más para comprender la grandeza de este espacio arquitectónico diseñado por el mismísimo Ventura Rodríguez para Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio, hermano pequeño de Carlos III. La apertura de las huertas al público –se pueden visitar de forma libre de lunes a viernes, de 12 a 14 horas y de 17 a 22 h; sábados y domingos de 11 a 22 horas– aporta aún más valor a un lugar que, sin embargo, sigue siendo un gran desconocido para muchos madrileños. Caminar entre sus parterres por primera vez supone un ejercicio apasionante que invita a descubrir quién y por qué se ordenó levantar un lugar tan espectacular en lo que entonces era una villa agrícola. Descrito por los expertos como un «pequeño Versalles», la importancia de las huertas que se acaban de recuperar son uno de sus rasgos de singularidad. Lo son no solo por su tamaño –ocupan la mitad de las 4 hectáreas del complejo–, sino por la forma en la que fueron integradas en el conjunto formado por tres terrazas. «Puramente italianas, al estilo de la Toscana, de donde soy yo», explica a ABC Serredi. «Constituye uno de los mejores ejemplos de huertas borbónicas de Europa al gusto de la tradición francesa de sus ancestros. El Infante Don Luis fue el menor de los hijos varones de Felipe V y su bisabuelo fue Luis XVI», pone en contexto esta experimentada paisajista encargada también de haber recuperado el Jardín del Rey, en Aranjuez, entre otros destacados trabajos. Forma parte de un equipo de expertos que han puesto todo su conocimiento al servicio de la recuperación de su esplendor. Entre ellos, destaca José Ramón Duralde, arquitecto encargado de la rehabilitación del palacio. Olvidado durante décadas hasta caer en un abandono casi total, ha sufrido con creces los avatares de la historia y la desidia de algunos de sus últimos inquilinos –entre ellos la SGAE– hasta que recayó en manos del Ayuntamiento del municipio. Fue declarado Monumento Nacional en 1974. Un plano de 1868 Serredi está convencida de la influencia que ejerció el Palacio de la Zarzuela en los gustos del Infante para la construcción de su residencia en Boadilla. Para ello ha estudiado el plano de 1759 que se conserva de las huertas de la actual residencia de los Reyes. Aún más determinante para trazar la división de los espacios ha sido un plano parcelario de 1868 en el que se describe la forma de sus jardines en la primera terraza del recinto, la extensión de los frutales en la segunda, y el número de cultivos –en total, 16– que había en la mitad del lugar reservado a las huertas. «He seguido la lógica y la simetría que preside el conjunto», argumenta. «Reproduciendo el mismo esquema en la otra mitad han resultado 32 cuadros que forman dos figuras simétricas a cada lado del eje norte sur que une el palacio, la fuente, la escalera monumental y la huerta», explica. Los caminos se han elevado para evitar encharcamientos y mejorar la visión de los cultivos. Se han instalado varias pérgolas que se irán cubriendo de vides –hay encargadas cepas de la Toscana, por deseo expreso de la paisajista– y rosales trepadores para dar sombra. «El clima es extremo. Aquí se pasa de los -15ºC a los 40ºC», explica. En el resto de los caminos se han plantado más de 700 árboles frutales entre ellos, algunos manzanos enanos traídos también desde Italia, y ciruelos de claudias. «Hay constancia documental de que el Infante pidió árboles de esta variedad», comenta sobre el criterio histórico seguido. Hay hortalizas, plantas aromáticas, praderas de festuca –una variedad de hierba de color verde intenso que dibuja los contornos de los cultivos–, tréboles gigantes; trigo, alfalfa o girasol, entre otros. El riego se ha modernizado integrando su canal estéticamente en el entorno. «Ventura Rodríguez desvió el arroyo de la Fresneda para hacer las huertas y creó un canal de regadío por inundación», comenta. De momento no hay elementos ornamentales. «En una segunda fase se harán unos pabellones de servicio, una pequeña cafetería, baños, incluso una tienda con material explicativo de las huertas», explica a ABC Antonio González Terol, alcalde de Boadilla. «La recuperación del palacio ha sido la obra a la que más cariño le tengo de todo mi mandato. Ha sido como un hijo», concluye mientras pasea junto a Lucia Serredi por las huertas. Luis Antonio de Borbón y Farnesio, retratado por Mengs (1727-1785)La compleja vida del hermano pequeño de Carlos III Estuvo llamado, desde su niñez, a ser un hombre de fe. A los 8 años, sus padres, Felipe V e Isabel de Farnesio, consiguieron para él, en calidad del varón menor de su estirpe, el otorgamiento del arzobispado de Toledo. Tomó posesión de su diócesis y de la de Sevilla en 1741. Su natural inquietud por cultivar otros intereses –muy alejados de la vocación que se le presumía– le llevó a renunciar a su carrera religiosa en 1754 con el permiso del Papa y de su hermano Fernando VI. Ganaba así la libertad para disfrutar de las artes, las ciencias y las letras –fue un reconocido mecenas de Paret, Goya o Boccherini– y para practicar la caza, la danza o el coleccionismo de animales exóticos. El Infante Don Luis buscaba un lugar en el que materializar la vida hedonista que anhelaba y compró, en 1761 –ya con su hermano Carlos III en el trono–, el señorío de Boadilla a la marquesa de Mirabal. Entre las propiedades adquiridas estaba el primitivo palacio de las Dos Torres que Ventura Rodríguez transformó en un «pequeño Versalles». Once años vivió en allí una vida plena de placeres –tuvo fama de mujeriego y de mantener relaciones con el «pueblo llano»– hasta que, en 1776, su hermano Carlos III le dio autorización para casarse con María Teresa de Vallabriga, cortándole así las alas. Un controvertido matrimonio «trampa» que le obligó a abandonar sus dominios cerca de la Corte. El Rey tenía miedo de que el Infante Don Luis tuviera descendencia con alguien de su rango que pusiera en duda los derechos sucesorios de sus hijos, nacidos en Italia. La interpretación más purista de la Ley Sálica disponía que solo podían acceder al trono los príncipes nacidos en España. Los historiadores coinciden en que los últimos compases de la vida de Don Luis fueron tristes. Murió en Arenas de San Pedro y no se respetó su deseo de ser enterrado en su amado palacio de Boadilla –sus restos descansan en el panteón de los Infantes de El Escorial–. Sus dos hijas, María Teresa –Condesa de Chinchón y esposa de Godoy– y María Luisa –duquesa consorte de San Fernando– sí fueron enterradas allí en dos bellos sepulcros que están en la capilla palaciega. Su único hijo varón, Luis María, sirvió a la Iglesia como arzobispo de Toledo y cardenal cumpliendo la llamada a la fe que abandonó su padre. Fue una figura clave para entregar el poder a su primo Fernando VII tras la Guerra de la Independencia. Está enterrado en la Catedral de Toledo.

De España http://bit.ly/2Q7PlDj

Related Posts:

0 comentarios:

Publicar un comentario