
Anfield, será verdad, tiene algo mágico, un estadio irrepetible que contagia un entusiasmo incomparable y que, de nuevo, se vuelve a emocionar con el fútbol total del Liverpool, equipazo como la copa de un pino y en el que se reconoce el genial sello de Jurgen Klopp a la legua. En una velada preciosa, destensó a la Roma y, pese a no sentenciar por una siesta que da algo de vida a los italianos, se queda a un pasito de la final de la Champions gracias al talento infinito de la nueva estrella del fútbol mundial. Mohamed Salah, la joya del Nilo, pide audiencia para comer en la mesa de Messi y de Cristiano Ronaldo y no es ninguna locura afirmar que está a nivel Balón de Oro, pues se está hartando a marcar goles y encima hace cientos de cosas muy bien. Su doblete ante sus ex justo antes del descanso (pidió perdón después de cada acierto) abrió las puertas de Kiev de par en par a los rojos de Merseyside, que continuaron con el festín en la reanudación y que ensuciaron su gran trabajo con un epílogo que mantiene algo de emoción con vistas al segundo asalto. Hay motivos para darle al Liverpool toda la credibilidad del mundo, un conjunto muy bien trabajado y que convierte cada tarde de fútbol en una fiesta. Perezosos en su presentación, los ingleses tardaron en entender de qué iba la película, pero acabaron llevándose el pulso a su terreno, y ese es el verdadero mérito de este equipo y de su entrenador, que ya en cuartos le dio una soberana lección a Pep Guardiola. La Roma tuvo 25 minutos dignísimos y hasta fue capaz de intimidar al templo en ese tramo –un remate al larguero de Kolarov desde lejos y alguna que otra aproximación con peligro–, pero, sin saber cómo, se vio devorada en un periquete por un ciclón descontrolado, fútbol a la velocidad de la luz con un ataque supersónico con delanteros asombrosos. Lo más sorprendente del caso es la facilidad con la que el Liverpool se convierte en una apisonadora y cómo cuenta los minutos por oportunidades, todas clarísimas. Del 28 al 45, un ataque y gol con los dos tantos de Salah, dos chicharros para recordar (maravilloso su zurdazo a la escuadra en el primero, sutil y delicado el toque para superar a Alisson en el segundo) y que dejaron en anécdota los fallos anteriores de Mané. En todo este arrebato británico, y más allá de Salah, es merecido el aplauso para Firmino, que viene a ser un delantero al estilo Benzema, de esos que hacen jugar a los demás, pero mejorado, muy mejorado. Con las dos dianas romanas del final, habrá quien recuerde la gesta ante el Barcelona, aquella remontada histórica en el Olímpico, pero, y aunque es obvio que un 5-2 no es lo mismo que un 5-0, se antoja complicadísimo imaginar otra hazaña viendo la diferencia entre un equipo y otro, aunque siempre podrán decir que si ya lo hicieron una vez... Lejos de saciarse con ese cómodo 2-0, el Liverpool mantuvo ese vertiginoso ritmo y Salah prosiguió con su salvaje exhibición. Asistió a Mané y a Firmino para consagrase ante los ojos de toda Europa, una obra maestra que Anfield supo reconocer con una ovación ensordecedora. Para entonces, Firmino ya había hecho el quinto y, cuando todo parecía resuelto, Dzeko y Perotti, este de penalti, dieron algo de sentido a la vuelta.
De Deportes https://ift.tt/2Hq6Qt6
0 comentarios:
Publicar un comentario