domingo, 9 de septiembre de 2018

Toni Bou, un campeón desde la cuna

Es difícil imaginar a Toni Bou (Barcelona, 1986) sin una moto. Incluso para él es difícil disociar su vida al vehículo de dos ruedas. «Lo llevo en el ADN desde pequeño», reconoce. El pasado domingo conquistó su duodécima corona mundial de trial al aire libre, que sumó a las otras doce de trial bajo techo. Un hito más en una carrera que comenzó en una época de la que ni siquiera tiene recuerdos. «Sí he visto vídeos en los que aparezco de pequeño empujando una bici de un lado para el otro. Iba como un loco porque no sabía ni manejarla. Pero sí me acuerdo de intentar subir y bajar a los sitios con ella. Un minitrial. Eso sí, cuando pude arrancar y aguantarme encima de la bici, se convirtió en algo que hacía las 24 horas del día. A los cuatro años me subí a mi primera moto. Siempre ha sido una enfermedad», reconoce con alegría a este diario. De aquel muchacho nervioso al que le encantaba jugar al fútbol en el patio, pero que era conocido como el «loco enganchado a la bici y se mete hostias», conserva la sonrisa, los valores del deporte y la motivación por ser mejor. «Recuerdo que en mi primer torneo lo hice fatal. Mi padre -Toni- me dijo: “bueno, vamos a entrenar e intentaremos haber mejorado cuando volvamos a final de año”. Nos íbamos a entrenar muchas veces a escondidas a los circuitos de las carreras, para comprobar el nivel, lo que nos podíamos encontrar y ver si era capaz de superar los obstáculos. Lo cogimos muy fuerte los dos. Y encontramos el camino. Fuimos a final de año y ya estábamos casi casi para estar en el podio. Allí arrancó todo: campeonatos regionales, de Cataluña, de España, los Europeos, el Mundial», recuerda sobre sus primeros pasos. Pero su carrera no solo está basada en las dos ruedas, la educación es otro pilar fundamental que defiende porque le ha servido para ser quien es también fuera de la moto. «Mi madre y mi hermana son profesoras. Así que, siempre, lo primero era que estudiara, que estudiara, que estudiara. Tengo una familia muy normal que me ha educado muy bien: unas bases muy importantes de deportividad y competir y un padre que te deja muy claro qué es lo importante y que el día que no lo cumplas no vas a ir a la carrera». Bou cumplía el pacto y después recibía la recompensa: «Cada verano teníamos una competición. Para mí eran las vacaciones porque íbamos en familia y enganché incluso a mi hermana hasta que se cansó». Entre tantas alegrías, sin embargo, también ha tenido lecciones más duras que le han hecho crecer y madurar: «En mi primer año como piloto de motos profesional, con 15 años, tuve una caída muy bestia. Me pilló la moto y todo. Destrocé completamente el casco. Lo tengo guardado de recuerdo. Pero mis padres veían que disfrutaba tanto, que no me podían parar. Cuando tienes un niño que le apasiona tanto algo sabes que lo tienes atado, que no puede cometer errores. Era la manera de que yo estudiara, que me tomara las cosas con más motivación para luego tener el premio». Con 24 títulos mundiales cree que ha devuelto todo lo que sus padres invirtieron en él. A por el 25 Advierte que aún le queda gasolina. Se lo ha demostrado este año en el que se levantó de una lesión muy complicada en la espalda: fractura de tres vértebras. «El momento del TAC me asustó bastante. Ves la caída y un poquito más hacia otro lado y podría haber sido mucho más crítico. Pero los doctores me calmaron y me siento orgulloso de haberme levantado anímicamente. Estar un mes en casa y no poder hacer nada de nada, ni caminar, es durísimo, se me hizo eterno. Y valoras otras cosas del día a día, de todo lo que has conseguido. Si ya disfrutaba de cada momento, ahora lo hago más. Las lesiones te hacen más fuerte». Mira al pasado y le salta enseguida su primer título, también alguno «indoor» logrado en Barcelona, uno muy reñido en Francia que se decidió en la última carrera y el de 2016 tras otra lesión en el hombro. Otea el futuro, un próximo curso para la que busca una motivación distinta: «La suerte es que me encanta lo que hago. Conservo ese egoísmo de querer ganar sí o sí de cuando era pequeño. Pero sí que cuando empezamos en enero es un palo pensar en que hay que luchar para conseguir, como mucho, lo que he logrado en los últimos doce años. Seguro que seré más noticia cuando no gane. Llevo evitando esa noticia desde el séptimo mundial. Mis rivales trabajan mucho para pillarme y yo mucho, mucho para que no me pillen. Pero mi margen de mejora cada vez es más pequeño. Ese día llegará. No queda mucho». Por pesado, dice, cree que ha encontrado el equilibrio entre la fama y la tranquilidad. Se siente querido y arropado por la gente y su equipo. Un plus para aspirar al título 25. Se despide, con la misma sonrisa de niño y una confesión: «Quiero mucho a mi moto, pero también la odio. Cuando algo no sale la dejaría caer por el barranco y tan a gusto». La moto y Toni Bou, la pareja perfecta.

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