domingo, 30 de septiembre de 2018

Iglesia de San Bernabé: El templo «hermano» del Monasterio de El Escorial recupera su esplendor

Su geometría, sus volúmenes limpios, con grandes muros y escaso ornamento, la levantan imponente a siete kilómetros en línea recta del colosal Monasterio de El Escorial. Ambos edificios se «miran», en su proyección hacia el este y el oeste respectivamente, alineados a la perfección hacia oriente. «Parece de plata», dejó escrito el Padre Sigüenza –el monje de la Orden de San Jerónimo que mejor documentó las obras del monasterio– al ver concluida la Iglesia de San Bernabé desde la celda del prior. Una vista radiante de la parroquia de El Escorial que ha sido recuperada –por dentro y por fuera– gracias a los más de 1,7 millones de euros dedicados a casi dos décadas de restauraciones coordinadas desde la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid. Esta desconocida joya arquitectónica –declarada Monumento Nacional en 1983 y Bien de Interés Cultural, dos años después– fue promovida de forma directa por Felipe II. Su proyecto fue diseñado hacia 1589 por Francisco de Mora, ayudante de Juan de Herrera en las obras del conjunto monacal escurialense. Su traza y diseño, estudiado en las facultades de Arquitectura e Historia del Arte como uno de los mejores ejemplos del estilo herreriano, no dejan lugar a dudas de su vínculo con el fastuoso proyecto encargado por el monarca. El 1 de enero de 1594 comenzó su construcción y su ritmo constructivo fue tan trepidante que solo un año y diez meses después estaba siendo bendecida por el obispo de Segovia. «Estructuralmente se encuentra en muy buen estado», explican sobre la solidez constructiva las arquitectas que han intervenido en las distintas fases de restauración de esta iglesia, Mónica Alberola y Consuelo Martorell. La última de ellas ha logrado devolver el lustre perdido a las dos torres que flanquean el edificio. Una aún conserva la estructura original de su chapiteles, probablemente obra del carpintero real del Monasterio de El Escorial. «En la torre norte se han rehecho las ventanas recuperando la geometría original. Hemos reutilizado al máximo los materiales existentes, como el pavimento y los mamperlanes de los peldaños, sustituyéndolos cuando ha sido necesario por nuevos de las mismas características que los originales: losas de barro cocido y madera de pino», explican a ABC en una visita al templo. Plano de la iglesia parroquial de San Bernabé«La Comunidad de Madrid ha intervenido desde 1999 en las fachadas, cubiertas y carpinterías interiores, así como en su entorno inmediato y su interior, actualizando las instalaciones de alumbrado y calefacción», señala Paloma Sobrini, directora general de Patrimonio. «El patrimonio eclesiástico es uno de los más importantes de la región y tenemos convenios con la Iglesia para actuar en los edificios que lo componen. Se hace priorizando las intervenciones siguiendo criterios de urgencia, según el reparto territorial de las tres diócesis que existen en Madrid», explica sobre la importancia de este tipo de intervenciones destacando que, en la región, existen 16 conjuntos históricos como El Escorial. «En todos ellos hay una comisión local de Patrimonio que vela por el buen estado de conservación de edificios, monumentos y obras de arte, también en colaboración directa con los ayuntamientos», concluye. «Bárbara antigualla» Después de la cubierta del tejado –renovada con urgencia en 1999 por las innumerables goteras que había–, las actuaciones en el interior han sido clave para descubrir algo más de la historia de la iglesia. El templo anterior al que sustituyó desapareció en 1594. «El Padre Sigüenza al referirse a él lo llama la “bárbara antigualla”. Y, según dejó escrito en 1586 Fray Miguel de Santa María, era de mampostería de piedra, con tres naves, seis pilares de piedra redondos, de baja altura y oscura. Tenía tres altares: el mayor y dos colaterales», explica Florentino de Andrés, párroco de esta iglesia, el número 35 desde que fuera considerada parroquia por Pío IV, a petición del propio Felipe II, en 1563. El Real Monasterio de El Escorial, visto desde la iglesia de San Bernabé«El rey no tuvo ninguna intención de demoler el antiguo templo; sí la de trasladar la Virgen, patrona de El Escorial, de la ermita de la Herrería a otra que él mismo mandaría edificar en el término del pueblo. Debió influir en el monarca un informe del guarda mayor de los bosques que señalaba que dentro y fuera de la ermita sucedían cosas indecentes. Imaginamos que se refería a la prostitución», explica en la capilla dedicada a la patrona del municipio. Es la única que conserva la decoración policromada original, en cuyo trabajo participaron Luca Cambiasso y Lázaro Tavone. Sin duda, la más importante de las obras artísticas que conserva es el retablo del pintor Juan Gómez, sobrino del arquitecto Francisco de Mora y padre del arquitecto Juan Gómez de Mora –célebre por su trabajo en la Plaza Mayor de la capital–. «Representa el martirio de San Bernabé y es nuestra obra más preciada. En la Guerra Civil fue acribillado a balazos. Lo intentaron arrancar con bueyes y no pudieron. Sí que destruyeron una estatuas de Santiago Apóstol y San Andrés. Acabaron con la gran riqueza que Felipe II ideó para esta parroquia», lamenta. Entre otros elementos, se perdieron para siempre el archivo parroquial; el órgano que el rey ordenó construir y todos los objetos sagrados de culto. «Fue verdaderamente devastador, sobre todo documentalmente», subraya. Sepultura de cortesanos La tradición oral de los escurialenses –y algún estudio previo a la Guerra Civil, como el del cura Lorenzo Niño– se han encargado de mantener viva parte de la historia que acompaña a este edificio. La misma señala que en este lugar –teniendo en cuenta el espacio que ocupó la antigua parroquia– fueron enterrados algunas de las celebridades de la corte de Felipe II, entre ellos Juan Gómez. La más singular, según Florentino de Andrés, fue la del bufón del rey, Miguel de Antona, conocido como «El Velasquillo». Interior del temploSe supone que fue enterrado en la capilla más próxima a la sacristía, pero no se han hallado evidencias de ninguno de los enterramientos. «Al abrir el solado se encontraron, a muy poca profundidad, una gran cantidad de restos óseos. La iglesia se utilizó como cementerio durante siglos. Después se empezó a dar sepultura en los alrededores. Si cavas en los jardines aparecen huesos con facilidad», asegura. La satisfacción del párroco es superlativa. «Lo que me encontré aquí cuando llegué era desolador. Ahora está radiante», presume.

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