domingo, 30 de septiembre de 2018

Buenos y malos equipos

Pocos se acordarán de las finales de la NBA del 2004. Aquel año ganó Detroit, un equipo poco glamuroso, muy práctico. Todo lo contrario que su rival, los Lakers, que perdieron el anillo a pesar de reunir en su plantilla a grandes estrellas como Kobe Bryant, Shaquille O´Neal, Karl Malone y Gary Payton. Nombres ilustres de la NBA, de los más grandes de la historia contemporánea del baloncesto. Y, sin embargo, esa plantilla con Phil Jackson en el banquillo acabó naufragando frente a los Pistons, un equipo bastante más vulgar. Y también muchísimo más efectivo. Conformar un equipo es un arte complejo, que depende de muchos factores y matices. De una buena o mala selección de personal depende el éxito o el fracaso de un proyecto. Tanto o más que de las bases teóricas o filosóficas que sustenten ese proyecto. En el deporte, en la política y en cualquier faceta de la vida. Esta semana hemos podido confrontar y comparar dos modelos, dos formas distintas de afrontar esa difícil tarea de elegir la alineación que va a saltar a la cancha a disputar un partido. El modelo de Pedro Sánchez, el gobierno «guay», un gabinete repleto de presuntas estrellas. Y el modelo de Alberto Núñez Feijoo, el gobierno «austero», un equipo de gestores alejado de cualquier estridencia. En sí mismo, a nivel teórico, un modelo no es mejor que el otro. Los resultados prácticos de ambos proyectos, en cambio, sí distan mucho entre sí. Sánchez ve como su ejecutivo se desmorona poco más de 100 días después de su constitución y Feijoo sale reforzado de la remodelación de la Xunta con el foco en las municipales. Los Lakers de 2014 Reunir a grandes estrellas en una misma plantilla puede ser el camino más corto hacia el éxito, como han demostrado estos últimos años los Warriors, o una forma muy ruidosa de fracasar, como aquellos Lakers del 2004. Sánchez no es Steve Kerr. Y mucho menos Phil Jackson. Solo un político de tercera división que pretendía camuflar su mediocridad designando ministros fotogénicos. Es la política de los golpes de efecto, de la apariencia y del postureo. La política que prioriza la emoción sobre la acción. Ese tipo de estrategia, en estos tiempos de tanta impostura y frivolidad, puede funcionar durante un tiempo. Pero solo un tiempo. Cuando un proyecto se basa únicamente en la imagen acaba naufragando. Tarde o temprano. Siempre. Fiar el éxito de un proyecto únicamente a la suma de grandes estrellas es un error. En los deportes de equipo, y la política lo es, el éxito depende esencialmente de la coordinación de esfuerzos, de saber sacar a cada jugador lo que el equipo necesita en cada momento. En aquella primavera de 2004 ningún jugador de los Pistons era mejor por sí solo que cualquiera de los componentes de los Lakers, pero Larry Brown supo armar un quinteto sólido que derrotó sin problemas en cinco partidos a la amplia plantilla que manejaban en Los Ángeles.Esa es la apuesta de Alberto Núñez Feijoo en la remodelación impulsada esta semana en su gabinete. Armar un equipo competente que pueda afrontar con eficacia la gestión ordinaria de la administración. Eficacia y cosmética Son dos modelos. Pistons y Lakers. La austera lucha por la eficacia o la cosmética como principio. En 2004 ganó Detroit. Y seguramente volvería ganar también ahora. El resultado, en la próxima primavera, cuando los ciudadanos voten en las municipales, si antes no se acaba de desmoronar el destartalado gobierno socialista y afrontamos unas generales adelantadas.

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