lunes, 27 de agosto de 2018

Bale sentencia y Asensio ya coge galones

Minutos antes del partido, Lopetegui caminaba meditabundo por el césped de Montilivi. En su ceño se dibujaba un gesto característico. Algo entre la contrariedad y la concentración. De lo que pase ahí, en ese ceño, en esa cabeza, depende el madridismo, que confía en que el entrenador y su sapiencia tengan un efecto mágico en un equipo archiconocido. Pero Lopetegui está gestionando todo no con magia zidanesca, sino con prudencia y gradualismo. Bien en teoría, un poco desesperante en la práctica. Courtois en el banquillo y Vinicius en el Castilla, deprimido en la 2B. Una especie de neofobia que acerca todo a la tristeza como en un embargo de la ilusión colectiva. El Madrid tiene una plantilla mucho peor que el año pasado y hay que agarrarse a que los de arriba “intercambian posiciones” o que el conjunto realiza una presión nueva visible solo a ratos. En Montilivi el Madrid empezó con dudas. Después de unos minutos en los que los dos equipos se midieron “las propuestas”, quedó claro que el Madrid se hacía largo, la defensa se aculaba y el toque era engañabobos entre los laterales y los interiores. Mal Kroos, además se desvelaban los problemas de Casemiro para cierto fútbol. Se echaba de menos incluso el acompañamiento rítmico de Ceballos. Carvajal, que hace meses que no se va de nadie por fuera, era el que más posesión había tenido cuando llegó el 1-0, una carrera de Lozano con gran terminación de Borja García. Dos minutos antes, Isco había fallado un gol cantado tras una pared con Asensio. El gol deparó buenos minutos del Girona y Portu pudo hacer el segundo. El Madrid seguía retrasado en defensa y blando en la media y salió del desconcierto con Marcelo. Se activaba la gran paradoja madridista: todo lo tiene que hacer Marcelo, y luego todo le pasa a la espalda de Marcelo. Pudo agradecer entonces la torpeza del rápido Lozano. Pero el Madrid fue ajustándose y recomponiéndose con mérito en torno al eje del lateral. Ramos ajustó la marca detrás y tuvo el coraje y casi el rasgo de humor de acudir a un remate en el 31. Mejoraba el equipo de Lopetegui, iba subiendo las líneas, empujando al rival en su campo, y así llegó el empate en el 38. Una jugada iniciada, cómo no, por Marcelo, con pase de Bale al área para los intentos semirrematadores de Benzema, Isco y finalmente Asensio, al que hicieron penalti. Marcó Ramos de panenka y caracoleo flamenquito. Tras el gol y hasta el descanso, el Madrid siguió bien porque jugó arriba y hasta presionó. Al regresar del descanso, Asensio volvió a provocar otro penalti en una acción incomprensible de Pere Pons. Lo lanzó y marcó Benzema. Esos goles al delantero le arreglan los números y la autoestima, algo de lo que Ramos va sobrado. Ahí se ve lo que quiere ser el Madrid, haciendo un poco del vicio virtud: del egotismo de Cristiano al reparto solidario y por cupones de los penaltis. Ahora mismo, lo nuevo y refrescante en el Madrid es Asensio, la Coca Cola en el desierto de fichajes. Con 1-2 el Madrid se echó atrás de manera parecida a la Supercopa. Era un mal detalle, pero salió bien porque inmediatamente Isco vio con velocidad a Bale, que desde su campo ganó el contragolpe y fulminó a Bono en una de esas jugadas suyas que nada tienen que envidiar, muy al contrario, a las de Salah. El Madrid controló el partido desde entonces y tuvo enormes espacios para que sus delanteros aparecieran. Isco se sumó al partido y entró Varane por Marcelo, con lo que se cerró la única brecha abierta. El Girona dio impresión de extrema docilidad. Asensio cogió ese rol de 10 oficioso y dejó detalles de mucha clase y personalidad, tuteando en su terreno a Benzema. El gol de Bale había resuelto la noche muy pronto, pero se corre el riesgo de olvidar los problemas que tuvo el mediocampo del Madrid en algunos momentos del partido. Las pérdidas de balón de un Casemiro incómodo y, sobre todo, las dudas que deja su ocasional doble pivote con Kroos. Entró Modric y el Madrid se gustó: Bale le dio con el exterior el cuarto gol a Benzema. La segunda parte fue un pequeño recital de Asensio. Su entendimiento con Benzema es espectacular por momentos. Es algo intuitivo. Parecen delfines dialogando. Puede decirse que esos minutos sirvieron para que se enseñoreara de ese lugar en la izquierda del ataque. Es innegable que los dos van asumiendo un protagonismo mayor. La delantera parece formada por tres tímidos sorprendiéndose mutuamente de su desenvoltura. Bale dejó el lugar a Lucas, cinco minutos que quizás no significarían mucho para Vinicius. Fueron instantes de juego bonito, de lucimiento un poco pinturero incluso para Keylor, que paró espectacularmente, como ahuecando el pecho en las palomitas. El Madrid se recompuso bien ante un rival que el año pasado certificó un adiós a la Liga. Pero tampoco es el mismo Gerona. Este pareció menos bravo y peor escalonado. No hay que olvidar tampoco que el Madrid resolvió a la contra a partir de la atómica facilidad de Bale. Algo que no es nuevo y que puede ser no solo un recurso fundamental, sino una tentación.

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