viernes, 31 de agosto de 2018

El triángulo de fuego gallego vuelve a arder

En los apenas mil kilómetros cuadrados que ocupa la comarca de Verín en el mapa se suelen concentrar los incendios más voraces y recurrentes de cada verano en Galicia. Y este año, pese a lo clemente que el fuego se ha mostrado con la Comunidad, la tónica se repite. En el municipio de Monterrei, uno de los ocho que conforman este territorio, arden desde el pasado miércoles más de 100 hectáreas de monte en un fuego que, no caben dudas, ha sido intencionado. «Todo indica que ha sido provocado por personas que saben cuándo y dónde hacer más daño» expuso el director xeral de Montes a ABC desde la zona cero del incendio. Para Tomás Fernández-Couto, se trata de un ejemplo claro de lo que se denomina «fuego pantalla» y que responde a incendios con mucha visibilidad por estar próximos a vías de comunicación muy transitadas —la autovía A-52 en este caso— y que, por tanto, generan una «considerable alarma social». La estadísticas que analizan la lacra del fuego en Galicia son contundentes y apuntan que el 80 por ciento de los incendios forestales son provocados. De ahí que en los últimos años se haya creado una suerte de lista negra con los municipios en los que las llamas son el enemigo a combatir cada verano. Este año son 48 los ayuntamientos en los que el Gobierno gallego ha puesto el foco por la peligrosidad que representan. Los que pasan a integrar esta nómina cumplen un requisito: o tienen un saldo anual de siete o más fuegos en los últimos cinco años o han padecido un incendio de más de 200 hectáreas en los últimos diez. En el triángulo del fuego de Galicia, todas las localidades hacen pleno. El caso más evidente es el de Cualedro, donde una de sus parroquias concentró 81 fuegos en el último lustro. Uno de ellos arrasó 3.000 hectáreas de terreno en 2015 y, un año más tarde, este lugar lideró la lista de puntos con más incendios de España, llegando a sumar 23 focos en todo este período. El pasado año, y atendiendo a los datos facilitados por el departamento de Medio Rural, Cualedro soportó 24 fuegos forestales, Laza 17 y Verín hasta un total de 42, al margen de las alarmas y los conatos que no llegaron a prosperar. En el otro vértice de este triángulo donde la magia es ceniza está Vilardevós, una pequeña localidad en la que la huella del fuego que el pasado año arrasó más de 1.200 hectáreas todavía es visible. Desde la Asociación de Trabajadores de las BRIF, quienes luchan contra las llamas cara a cara reconocen que el caso de la comarca de Verín es particular. «Tenemos un clima más seco, diferente al del resto de la Comunidad, y eso afecta al matorral, que es el combustible para los incendios», explican. Los bomberos forestales tampoco pasan por alto la alta actividad incendiaria del lugar. «En cuanto el tiempo cambia vuelven a insistir. Siempre lo intentan una y otra vez y en uno de esos intentos lo consiguen», indican sobre conatos como el que prendió cerca de la A-52 y que ya ha quemado más de un centenar de hectáreas. «En esta zona es cíclico, cada dos o tres años nos enfrentamos a un fuego de estas características, o mayor. Y se trata de un punto complicado porque es difícil de transitar. Además, en el caso del incendio de Monterrei, por ejemplo, los flancos son muy grandes», exponen desde Brif Laza. Ruta de escape Las dificultades para encarar fuegos como el que esta semana arde en Orense provocaron que uno de los agentes tuviese que ser atendido por heridas leves. Pese a todo, los trabajadores de las Brif indican que lo primero que hacen cuando llegan a un fuego es sobrevolarlo desde el aire para valorar la situación y poder trazar una ruta de escape segura. Normalmente se trata de zonas ya quemadas en las que, aunque los brigadistas acaben rodeados por las llamas, puedan refugiarse sin riesgo para sus vidas. A ellas deben poder llegar desde la propia cabeza de lanza del incendio. Conscientes de que el viento es uno de los peores enemigos a los que se pueden enfrentar, los brigadistas orensanos coinciden a la hora de señalar la mano del hombre. También el director xeral de Montes, que afirma que «las temperaturas alcanzadas en la zona y las escasas precipitaciones favorecen esta actividad delictiva, pero está claro que el monte no arde si alguien no lo prende». Cámaras a pleno rendimiento Sobre las medidas de protección y control que el Gobierno gallego ha ensayado este año en los montes de la Comunidad, como la instalación de cámaras de seguridad para perseguir a los incendiarios, Fernández-Couto aclara que todo el dispositivo está a pleno rendimiento ya y que estas cámaras realizan «una importante labor disuasoria». Por el momento, Galicia encara uno de los veranos más tranquilos en lo tocante al monte, con pocos fuegos que no han llegado a sobrepasar las barrera de las 20 hectáreas en la mayoría de los casos. «Y confiemos en que así se mantenga», esperan desde Laza conscientes de que el fuego es el enemigo imprevisible al que no se le puede dar la espalda. Al cierre de esta edición, el incendio de Monterrei seguía sin controlar aunque su evolución era «favorable» y las labores de enfriamiento ya habían comenzado. Además, los brigadistas habían logrado poner a salvo las bodegas y viñedos de la zona.

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