Cantaba Sabina aquello de «ruido, mucho, mucho ruido». Y sí, vivimos un tiempo de mucho ruido. En todas las esferas, pero especialmente en la política. Tanto que dificulta en ocasiones prestar la atención necesaria para discernir entre lo trascendente y lo meramente impactante. Hace ya un tiempo N. Ferguson advirtió que «ya no vivimos en una democracia, vivimos en una emocracia, en la que las emociones mandan más que las mayorías y los sentimientos cuentan más que la razón». En ese nuevo modelo encaja el tacticismo con el que opera la izquierda. Regate corto y toque, sin profundidad en el juego. Con una única estrategia de largo alcance, la distorsión deliberada de la realidad para distorsionar las prioridades de la opinión... Ver Más
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