
Hace apenas dos semanas, el Partido Popular vivía uno de los momentos más complicados desde que Pablo Casado fue proclamado presidente nacional, en el verano de 2018. Y ha tenido unos cuantos ya. «El PP siempre ha sido un partido ciclotímico», advirtió entonces un dirigente nacional, cuando los frentes abiertos se multiplicaban y el partido exhibía una alarmante debilidad, agravada por el batacazo de las elecciones catalanas. «Pasará de la depresión a la euforia, ya lo verás, siempre ha sido así», avisó aquel parlamentario, en el núcleo de confianza de Casado. Ni él mismo podía imaginar que apenas tres días después Ciudadanos iba a protagonizar un arriesgado movimiento político en Murcia, de la mano del PSOE, que ha puesto patas arriba el tablero político y ha acelerado una fusión por absorción, por la vía de los hechos, en el fragmentado centro-derecha. En el PP atribuyen la moción de censura en Murcia a los despachos de La Moncloa. «A Iván Redondo le puede la ambición, no le bastaba con que el PP estuviera débil y cayendo poco a poco, tenía que hundirnos, aniquilar al adversario», comentan fuentes populares. Pero el gurú monclovita patinó en este caso, subestimó lo que significa querer tocar desde Madrid la tierra del secretario general del PP. El anuncio de la moción llegó cuando dentro del PP había voces que discutían el papel de Teodoro García Egea, en pleno proceso de renovación territorial del partido. Los congresos provinciales estaban dejando al descubierto tensiones internas en comunidades como Castilla y León y Andalucía. Y por delante quedaban los congresos regionales, nada sencillos en casos como el de Madrid, Extremadura o Comunidad Valenciana. Un secretario general débil, al que encima le birlan 'su' comunidad sin que él se entere, no era el mejor instrumento para que el proyecto de Casado se afianzara en la estructura territorial del PP. García Egea se la jugaba, y con él, en buena parte, el presidente nacional. Todo apuntaba a que la moción de Murcia podría ir seguida de otras similares allá donde había pactos de gobierno con Ciudadanos, con Madrid como primer objeto de deseo. En Génova se lo tomaron como un auténtico «match ball». Y el secretario general se remangó para dar la batalla. García Egea reconoce que el mensaje que lanzó desde Génova el miércoles por la noche, abriendo las puertas del PP a los dirigentes y militantes de Ciudadanos defraudados con Inés Arrimadas, fue decisivo. En el PP sabían que la división de Ciudadanos en Murcia abría una oportunidad, por pequeña que pareciera a esas horas, y la aprovecharon. El golpe de gracia a Ciudadanos, socio preferente del PP hasta ese momento a todos los niveles, llegó con el fichaje del ex secretario de Organización del partido de Arrimadas, Fran Hervías. «Es como llevarse el disco duro de la compañía», resumen fuentes parlamentarias. El conocimiento y los contactos de Hervías en la estructura de Ciudadanos prometía una desbandada en toda regla. Autoestima perdida «Por primera vez en tres años hemos tenido suerte», confiesa un diputado del PP. En el Congreso, esta semana se respiraba euforia en las filas populares, con un García Egea crecido y reforzado. Las encuestas favorables en la Comunidad de Madrid multiplicaron ese optimismo. «El caso de Murcia nos ha devuelto autoestima interna, que no es poco. Nos ha dado el oxígeno que necesitábamos», admiten. En Génova sostienen que todo es el resultado de un proceso que viene de lejos. Para empezar, subrayan, los fichajes de Ciudadanos, los confirmados y los que vendrán, no se podrían haber hecho sin la ruptura previa con Vox, que Casado hizo oficial en el discurso de la moción de censura contra Sánchez en octubre pasado. Y tampoco, añaden, si en el Comité Ejecutivo Nacional que se celebró después del fiasco de las elecciones catalanas Casado no hubiera mantenido el mismo rumbo político, sin desviarse de la moderación y la centralidad. «Todo ha tenido su peso y ha permitido que haya cargos y votantes de Ciudadanos que puedan recalar en el PP con comodidad», advierten. «Nada pasa por casualidad, los hechos han dado la razón a Casado, cuando en contra de muchos apostó por García Egea como secretario general, o por Ayuso como candidata en Madrid». Pero en el PP saben que aún faltan las elecciones madrileñas para cantar victoria. Al final, el éxito o el fracaso de toda esta operación se medirá en las urnas del 4 de mayo. Una vez asegurada la Región de Murcia, García Egea llamó a todos los barones del PP para explicarles la operación «puertas abiertas» que se había puesto en marcha en el partido para recibir a cargos y simpatizantes de Ciudadanos. Pero la conversación con el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, fue diferente. A él le pidió que «protegiera» al máximo la coalición con Ciudadanos, sin alentar en esa comunidad ninguna deserción de ningún tipo. Mantener la estabilidad en Andalucía es una prioridad absoluta para el PP. Mientras tanto, Pablo Casado convocará la Junta Directiva Nacional del partido, máximo órgano interno entre congresos, en los próximos días, para llevar ahí la estrategia del partido, el proceso de absorción de dirigentes y militantes de Ciudadanos y los pasos que se seguirán dando para consumar la unidad del centro-derecha «por la base». El objetivo de Casado es que el PP se perciba por fin como «punto de unión» de los votantes a la derecha del PSOE, y convertir la Convención política del próximo otoño en la refundación de un espacio hasta ahora dividido en tres, e incapaz por tanto de ser una alternativa ganadora a Sánchez. Salvar el partido La tarea de Casado hasta esa convención va en tres direcciones: primero, salvar el partido desde la unidad; después, consolidar el poder territorial, y por último, tener preparado al PP como alternativo para llegar al poder en cuanto Sánchez convoque generales. Casado toma como referencia el «modelo Merkel», para el proyecto de unión que quiere presentar en la convención política, prevista inicialmente para octubre. «Es un modelo de moderación y serenidad, alejado de la línea dura y de discursos estridentes, y una apuesta por la estabilidad de un partido de centro frente a los populismos y los extremos», resumen los populares. A partir de ahí, el PP pone Murcia como ejemplo de lo que debe significar la unión por la base.
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