
El gélido saludo que se dispensaron Pedro Sánchez y Pablo Casado cuando éste acudió, por cortesía parlamentaria, al escaño del ya investido presidente del Gobierno para felicitarle, encierra mucho más que un simple gesto de fría indiferencia o de desdén político mutuo. Ese fugaz apretón de manos, carente de la más mínima empatía, pronostica una legislatura en la que los consensos esenciales que siempre terminaron produciéndose por necesidad entre la izquierda y la derecha pueden haber pasado a mejor vida. La investidura se ha cerrado con tres incógnitas relevantes. Primero, no se ha determinado el alcance real del proceso revisionista del modelo territorial anunciado por Sánchez como condición para lograr la abstención de ERC y el voto afirmativo del PNV....
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