
Los partidos que empiezan con tan altas expectativas -como sin duda ganar una Liga lo es- tienen el peligro de que acabes haciendo el ridículo y por ello el Barcelona empezó golpeando, a por el partido, con más voluntarismo que acierto, pero sin duda la actitud es lo que era remarcable. El portero Aitor rechazó admirablemente disparos de Arturo Vidal y de El Gafe. El Barça salió a sentenciar pero sabiendo que el partido del miércoles contra el Liverpool era la único que le importaba. Messi y Busquets, ilustres habitantes del banquillo azulgrana. El Levante, de ese tipo de verde al que mi abuela llamaba «merda d’oca», se cerró bien atrás pero el partido era un «ataque y gol» de los de Valverde, que tenían prisa para concretar su primer título de la temporada. El poderío local no acababa de dar ningún resultado, aunque el Barcelona mantenía su dominio sin ceder en absolutamente nada. La grada insistió en el folclore de los cánticos políticos, queriendo demostrar una insistencia que en el fondo era sólo una impotencia, porque si tras tantos años de gritar no lograste nada, eres una cheerleader y no un soldado. Folclore, como decía antes. Un poco como la Pantoja tirándose del helicóptero. Todo lo contrario de Aitor Fernández, que con sus paradones tangibles, reales, salvaba a su equipo de estar perdiendo por un resultado de escándalo. Sin Messi todo es siempre más gris, pero el Barça llegaba con gran facilidad y fluidez y es imprescindible destacar la magnífica actuación del portero del Levante. El Gafe jugaba bien, los mejores minutos de Coutinho de la temporada: continuidad, finura, las expectativas altas. Me alegro, de verdad: nunca es tarde, Philippe, para dejar de quejarse del ruido y ofrecer algo de calidad al club que por ti tanto dinero ha pagado. A ver si por fin aportas algo, chaval: ¡ánimo!. El Levante sobrevivía milagrosamente gracias a su portero -extraordinario- que seguro que cobra mucho menos que Coutinho, aporta mucho más, y nunca se ha quejado. No es demagogia: es contabilidad, vistos los resultados. El Barça era el dueño total del partido pero no marcaba las diferencias en el área. Los visitantes, de camino al vestuario cuando De Burgos Bengoetxea indicó el final de la primera parte, se felicitaron con palmaditas y abrazos por haber mantenido la portería a cero. Buena primera mitad azulgrana, a la espera de que Messi entrara y resolviera el resultado. Y entró, entró de entrada, justo al empezar la segunda parte, sustituyendo a el Gafe. Le pedí entonces a mi barman, Ceferino, el primer gintónic de la tarde. De los del mediodía es mejor no decir nada. En cualquier caso, la llegada de los genios hay que saludarla. El Barça había encargado la Liga pero tenía que acordarse de pasar a buscarla. El Levante continuaba sobreviviendo, con una cierta agonía pero sin demasiada dificultad. Rakitic casi marca pero su rosca no acabó de cerrarse. Y el que no falla nunca volvió a no fallar para culminar un lío de jugada, que en cualquier caso resolvió Messi recortando con con la derecha y rematando con la izquierda. Buen rebote ofensivo de Arturo Vidal. Ter Stegen a continuación salvó con el cuerpo el empate que buscaba con su disparo Mayoral. Admirable reacción del Levante, que sin nada que perder se hizo a la mar del empate. Justo lo contrario, el Barcelona entró en pánico, o en semipánico. Valverde, visiblemente molesto con lo que veía en el terreno de juego ordenó la entrada de Busquets, para poner orden. Arthur, correcto pero irrelevante, fue el sacrificado. Pero el partido enloqueció todavía más en un brillante intercambio de golpes que los espectadores agradecemos mucho pero que a los equipos que van ganando sólo puede perjudicarles. El Barça ganó la Liga, sí, y el Camp Nou lo celebró a lo grande, pero sabiendo que lo único que le importa es superar como sea al Liverpool para hacerse con su sexta Champions.
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