
El partido estaba aún por comenzar y el Metropolitano ya había dedicado una serie de cánticos de apoyo a Diego Costa y Simeone, dos de los señalados por los tropiezos claves esta temporada. Una vez la pelota echó a rodar, el Atlético se hizo con los mandos del juego. Ante unas gradas abarrotadas de niños -el club festejaba esta cita-, se estrenaba la pareja de centrales formada por los canteranos Montero y Toni Moya. El once evidenciaba uno de los grandes problemas del equipo esta temporada: el parte médico ha sido protagonista más de cuarenta veces. En el otro lado, faltaba Iago Aspas, y se volvió a demostrar lo importante que es para los suyos. Pese a algún tímido intento, los gallegos fueron a remolque los noventa minutos y su poder ofensivo se limitó a un par de fogonazos. Griezmann estuvo acompañado esta vez por Vitolo, en su enésimo intento por demostrar por qué se le fichó del Sevilla, y Correa, que fue uno de los que más lo intentó. El Celta, bien plantado en su campo, resistió las intentonas rojiblancas del inicio, casi siempre en forma de tiros lejanos. El dominio local, en cambio, se interrumpió al cuarto de hora. Rubén Blanco sacó rápido de portería y cedió a Boudebouz, quien con una gran arrancada se plantó en el área rival y abrió para Boufal, que fue el primero en probar a Oblak. El esloveno respondió con una gran mano, y acto seguido, protagonizó otra parada de mérito a una chilena de Boudebouz. El Atlético no se amilanó y siguió sumando llegadas. Juanfran fue uno de los que más lo intentó por su banda, surtiendo de centros a quien anduviera en el área, echándose en falta un delantero puro. Entre ataque y ataque, también tuvo tiempo de ayudar atrás, en uno de los pocos desbarajustes defensivos de los centrales rojiblancos. Antes de la media hora, el Celta gozó de otra ocasión clara. Boudebouz, principal peligro visitante, quiso sorprender a Oblak con un tiro bajo cruzado, pero se volvió a encontrar con la mano del esloveno. Cada segundo que pasa sin que el Atlético anuncie su renovación es una eternidad para el aficionado rojiblanco, que vive con el temor de que se lleven a su gigante. Al filo del descanso, Vitolo regaló una falta en la frontal a Griezmann. Un fuerte disparo del siete con su pierna zurda se coló por la escuadra y sirvió para abrir la lata. Un golazo imparable. Al vestuario local se llegó con la sensación de que el dominio se podría haber traducido en una mayor ventaja; al vestuario visitante pensando que con otro portero enfrente lo mismo quienes irían ganando serían ellos. El regreso al campo trajo a un Celta con más presencia en campo rival, pero sin la suficiente mordiende como para inquietar al Atlético. Los rojiblancos apenas sufrieron el paso adelante de los celestes y esperaron a que llegase un contragolpe para matar el partido. A la hora de juego, Vitolo, que fue desapareciendo con el paso de los minutos, dejó sitio a Morata, que apenas tardó diez en hacer gala de sus aptitudes. Gracias a una gran asistencia de Griezmann se plantó ante Rubén Blanco, a quien dribló con facilidad para definir a placer. Desde su llegada, el delantero no ha hecho más que hacer méritos para ganarse la confianza de su entrenador y su afición. Antes del final, Griezmann y Correa dispusieron de dos oportunidades para anotar de nuevo, ambas aprovechando la espalda de la defensa rival. Con el segundo gol el Celta bajó los brazos y vio morir el partido en la intrascendencia. La derrota puede devolver a los gallegos al descenso, augurando un final de temporada convulso ante el temor de la Segunda. El Atlético, por su parte, consume las fechas sabiendo que, salvo milagro, solo pelea por mantener la segunda plaza, la que le daría, eso sí, un puesto en la próxima edición de la Supercopa de España.
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