El Rayo no le ganaba al Madrid en Liga desde el siglo pasado. Jémez nunca lo había hecho. Todo lo solucionó la visita del Madrid moribundo de Zidane, tan incapaz fuera de casa como el de Solari. Fue la continuación del mismo tormento. Por repetidas, las metáforas fantasmales o postmortem resultan hasta de mal gusto. Ante un equipo muerto, ¿qué más se puede decir? El único impulso eléctrico era Benzema. Sin él, el partido fue comatoso. Zidane ha dado tantas vueltas al once inicial que aquel casting del que se hablaba hace semanas parece no tener ningún sentido. Lo tendrá para él, en su fuero interno y técnico, pero no para el espectador. Ceballos y Llorente, que parecían sentenciados, salieron de titulares en Vallecas. El Rayo comenzó con su orgullosa defensa adelantada y el partido parecía bonito de primeras. Los locales se jugaban la permanencia y el Madrid estrenaba una delantera con Mariano y Bale. Mariano tuvo una buena ocasión en el minuto 8 evitada por Ba. El Rayo respondió con una llegada de Pozo que detuvo Courtois. Ahí hubo una ilusión óptica de toma y daca. A partir de un determinad momento, el Rayo comenzó a imponerse ligeramente por una mezcla de ganas y de estilo. Tocaba bien buscando luego la movilidad de Bebé y Pozo. Esta mayor iniciativa se sustanció en otro “Pozo versus Courtois” que ganó el portero por envergadura y después en una llegada de Moreno que acabó siendo penalti de VAR de Varane. Marcó Embarba. EN VIDEO Gol de Embarba (1-0) en el Rayo Vallecano 1-0 Real Madrid La reacción del Madrid, ni mucho menos furibunda, fue autoabortada por las caídas constantes en el fuera de juego de sus delanteros. De nuevo se tenía esa sensación de estar ante Baresi y Costacurta. Para el Rayo fue una bendición la potencia un poco aventurera de Bebé y en el Madrid se fue resumiendo el fútbol en balones largos a Bale. Modric, encargado de ese toque dulce, estaba más bien calamitoso perdiendo balones y pisando cáscaras de plátano (debe de haber un paralelismo entre la manera constante e imperturbable que tiene el Madrid de perder balones y el PP votantes). Bale, tímido, apocado, como quien vive en un país cuyo idioma no domina, con ese aire de recién llegado perpetuo que conserva, tuvo algún detalle mínimo. Dio un pase lúcido para Mariano que el delantero (gran desconocido de este año) marcó (otra vez) en fuera de juego. El Madrid recuperó levemente el timón en los últimos minutos, hubo alguna subida de Carvajal, pero sin mejorar su fútbol, sin grandes ocasiones y sin abandonar esa sensación de hastío que nada refleja tan bien como los desganados sprints de Marcelo y Kroos. En el cajón de alguna secretaría técnica habrá un vídeo pornográfico con todas las carreras de regreso a la defensa que ha dado Marcelo esta temporada. El “balones largos a Bale” continuó como estrategia más clara en la segunda parte. Pero “Fuera de juego” era como el tercer central del Rayo. En Vallecas nunca se puede dominar del todo, mucho menos con la debilidades del Madrid en la recuperación. Hasta ese campo se le hacía largo. El fútbol del Madrid volvía a ser la representación de un suplicio. Once hombres retorciéndose en una sala de espera. Es un equipo esperando un avión tres meses. Cabe preguntarse si las alineaciones de Zidane no serán un castigo más que una prueba. Zidane se apiadó y sacó a Brahim por Ceballos. A la altura del minuto 65 ya no era posible decir que el Madrid dominaba nada. El Rayo seguía buscando el gol y echaba a correr con Bebé. Medrán sustituyó a Suárez, que se fue ovacionado. Esto se repitió luego, merecidamente, con Bebé y Pozo. Mientras, Brahim absorbía desde la derecha parte del juego del Madrid. Había en él vistosidad y ganas, pero faltaba el acierto definitivo. El Lucas por Mariano fue el cambio final de Zidane y sonaba bastante a cambio al revés. El partido se ponía en una tesitura parecida a la de Getafe: extrema vibración del equipo local y abulia depresiva en el Madrid. Un fútbol sin voluntad y sin forma. Verlo es un dolor, contarlo es un trago; jugarlo debe de ser un suplicio. La salida de Isco no mejoró las cosas. Algo que todos sabíamos, que sabría Zidane y hasta el propio Isco. Pero a alguien tenían que sacar. El árbitro descontó seis minutos que el Rayo disputó como una lucha por la vida sin dejar de buscar el gol. Eran un equipo contra un trámite. Natural es que el Madrid no le inquietara.De Deportes http://bit.ly/2vwCzo1






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