
Zidane sorprendió sacando a Brahim y a Luca Zidane. Keylor Navas, su primera elección, se quedaba en el banquillo. Imposible que algún carraspeo maledicente no dejara caer la sospecha de nepotismo. Luca estuvo bien con los pies y no tuvo oportunidad de parar mucho. En cuanto a Brahim, lo primero que llama la atención es lo pequeño que es. Es miniaturesco, es la mitad de Isco, es medio mediapunta, pero es rápido de cabeza y de piernas y tiene recursos. alguna ruleta, pases de primera, regates... Había en el Bernabéu mucha gente del Huesca y muy poca en total (menos de 50.000). La España vacía remediaba el Bernabéu semivacío. Y el VAR era paritario. Dos colegiadas y dos colegiados velaban audiovisualmente por el arbitraje de Estrada Fernández. No es por incordiar, pero ¿por qué en el VAR y no en el campo? De avances así está hecha la civilización. El Huesca comenzó marcando. Un gol que le han metido muchas veces al Madrid este año. Un balón largo a la derecha para Ávila, que se fue de (no siempre cumple) Nacho y cedió para la llegada de Hernández en completa soledad. El Madrid respondió primeramente por Odrizola. La primera voluntad siempre es la del lateral derecho. Lo que nos saca de la cama es el lateral derecho. Sus jugadas tuvieron la mala fortuna de acabar en Benzema, esto es, de acabar mal. Mientras el madridismo es entretenido con los nombres de Mbappé, Mané y yo-que-sé, nadie es lo suficientemente tajante sobre el debate del 9. La usurpación y no solo usurpación, también monopolio del 9 por Benzema. A la altura del minuto 20 ya se pregutaba la gente dónde estaban Isco y Bale. Llorente se enredaba al sacar la pelota y Marcelo regalaba alguna. Como hay que darle algún sentido a estos partidos de la postemporada, las alineaciones se interpretan. No se sabe si son pruebas, escaparates o evidencias. La del partido contra el Huesca estaba entre un desfile de jugadores a los que Zidane expulsaría con mucho gusto y una especie de casting de Masterchef. Isco hacía algo irritante, pisando mucho campo, jugando en muchos sitios. De la misma forma que hizo con la selección. Hace un fútbol extensivo, latifundista, que se sale de su jurisdicción y cubre mucho espacio con poca intensidad. Pese a todo, volvió a marcar empujando un balón que le dejó Brahim, que antes ya se la había dejado a Benzema con un gesto bonito y prometedor. Sin llegar a los niveles de Vinicius, Brahim dejaba una sensación de frescura. Cualquiera que llegue a este Madrid parece respirar en otra atmósfera. En el 38 se vio una cosa curiosa en el campo. Había cinco jugadores del Madrid en el lugar del 10. Isco, Ceballos, Brahim, Benzema... Parecían niños esperando a subirse al único tobogán. Casi todos los jugadores del Madrid (incluso los que suenan para el Madrid) parten del mismo lado. En la derecha, Odriozola movía los brazos como el náufrago que trata de llamar la atención de un avión desde una isla desierta. El Madrid tenía la pelota pero con desorden, un desorden acrecentado por el invasivo ir y venir de Isco, esa especie de batiburrillo de giros y apoyos, y el Huesca siguió apretando. Hernández llegó con peligro y Ávila perdonó en el 45. El Madrid estaba en la misma confusión de siempre y los del Huesca jugaban dándolo todo, como temiendo más que nada una santiaguina de Petón. Seamos sinceros. Marcelo ya no está para que su foto la pongan los niños en su cuarto. Está para ponerla en la nevera, como hacía Debbie Reynolds con la foto de Liz Taylor -que le había robado el marido- con el objeto de abrirla lo menos posible. Bale, que tampoco estaba luciéndose, hizo sin embargo la jugada del segundo: un gran pase con el exterior que Benzema dejó con elegancia a Ceballos. Otro medio marcaba llegando. Pim, pam, pum. El gol fue un golpe de clase que condenó al Huesca. Había tenido peligro, pero los fallos en la terminación le mortificaban. Animado por su asistencia, Benzema hizo un regate eléctrico que recordó a lo mejor de su repertorio. Este tipo de gestos encantadores son explotados por el benzemismo militante (que es casi general y además muy ventajista para ser un movimiento de culto), olvidando su papel en las noches importantes de la temporada. Esto lleva a la amnesia. El Madrid jugó unos minutos animosos, pero el Huesca, ya con Gallego y con un estelar Hernández, empató mediante Etxeita en un córner. Zidane lo puso todo en el campo y tuvo recompensa en el golazo de Benzema en el 89. Zidane no ha evitado una pauta general: cualquier equipo baila un poco al Madrid durante un rato. También el Huesca. El gol de Benzema, sin embargo, demostró que su efecto (el Efecto Zizú) es demasiado fuerte como para que lo erosione esta postemporada que no nos dice nada que no supiéramos.
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