
La excusa será la «resaca» del Mundialito, pero lo cierto es que el Madrid había empezado bien. Estaba en el partido y en el campeonato y se sacó de uno y otro en la segunda parte, como si algo se hubiera quedado en el descanso. No en Abu Dabi ni en el avión, en el vestuario. Era el primer partido del año y además traspapelado. En realidad era esperable algo así. Hubo pasillo del Villarreal al Madrid y luego un pasillo del Madrid en agradecimiento hasta el 1-0. Fue de Cazorla, en un perfecto disparo tras un pase de Chukwueze, que ya en el minuto 2 había estado a punto de marcar tras hacerle un roto a Marcelo. El primero de muchos que le haría durante la noche, que no fueron más gracias a Ramos. Parecía que a la espalda mágica de Marcelo iba a celebrarse uno de esos partidos invernales en los que el Madrid se despide de las Ligas entre semana y casi en secreto. Aunque durante un buen rato no fue así. Benzema respondió inmediatamente rematando un pase de Lucas Vázquez y con 1-1 el partido cambió. El francés animó a su equipo, metido en el partido con una alegría y orden que sorprendían. Cazorla intentaba construir el juego del Villarreal y topaba con la presión vietnamita de Carvajal y Lucas. En el Madrid asomaba algo parecido a una fisionomía: defensa adelantada, simetría y la rara conexión entre Benzema y Lucas, que siempre se hace ayudante de alguien, como un Ciutti futbolístico, el criado de Don Juan. En esos minutos llegó el 1-2, un remate de cabeza de Varane tras saque de falta. El partido lo fue equilibrando el Villarreal a partir de la calidad de Cazorla. Se habla de Xavi e Iniesta, pero qué grande ha sido Cazorla. En el Madrid la derecha bullía de presión y carreras (Lucas era como el Di Livio aquel de Lippi) pero la izquierda quedaba latente. El joven Chukwueze seguía incordiando a Marcelo y Bale estaba apagado. Nada que ver con el del Mundialito. Para colmo, en el 38 se quejó de una pierna y ya quedó hasta el descanso renqueando. Bale es un jugador fragilísimo (espialidoso también), que se escucha en seguida, que se tiene muy en cuenta cada dolor. Es como un hipocondríaco del fútbol, un Woody Allen muscular, entre la genialidad y la neurosis, que cuando no decide finales se pasa largos minutos, partidos enteros sintiéndose una fibra, notándose un dolorcillo, palpándose la rodilla. No es solo el tiempo que pasa lesionado, es el tiempo que se tira renqueando. En el descanso fue sustituido por Isco, cuya entrada no mejoró el centrocampismo del Madrid, venido a menos de repente. El Villarreal volvió más presionante y al Madrid le faltó balón, «tenencia». En algunos momentos llegó a rozar lo contemplativo, deshaciendo la impresión de orden y cohesión de la primera parte. Gerard probó de lejos en el 64, aun con más inquietud que peligro y el partido lo tuvo en ese instante Lucas, cuando robó y se fue de varios como si fuera George Weah hasta quedarse solo ante Asenjo. Ahí, en ese instante, se olvidó de quién era y falló con Benzema desesperado y solo a su lado. Lucas era todo el gol que tenía Solari en el campo. El lugar de Cristiano en el Madrid, como no lo ocupaba nadie, lo ha ocupado Lucas. Ya surgían espacios pero el partido estaba vivo y Ramos le tenía que quitar un remate a Chukwueze. El Villarreal ponía dos puntas, Fornals se liberaba y el Madrid sufría. Comenzó a combinar por primera vez en el 78, muy tarde, y en la respuesta del Villarreal llegó el gol: pase de Fornals y remate con la cabeza de Cazorla, que así culminaba un partido sensacional, mejor que los medios del Madrid en personalidad, ritmo, llegada y toque. En ese momento, sin Kroos y sin Modric, el Madrid intentó con prisas lo que no había intentado antes. La Liga quedaba de nuevo lo suficientemente lejos como para seguir haciendo la goma en el campeonato, especialidad de los últimos años.
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