Un Barça superstar

La Copa es una gran competición, emocionante, puede pasar de todo y es una lástima que se haya convertido un poco en el torneo de la galleta, en el primero al que los clubes renuncian: los modestos, para no malgastar fuerzas en lo que calculan que a fin de cuentas no ganarán, en su esfuerzo por sobrevivir en la Liga. Los grandes, para no agotarse innecesariamente en su afán por llegar en condiciones a las eliminatorias de la Champions. En los últimos años, el Madrid ha ganado en Europa lo que ha perdido ante el Rey, y todo lo contrario ha hecho el Barça. Tiene su gracia, y su metáfora. El Camp Nou presentó ayer desde el principio el ambiente vibrante de las remontadas, y los de Valverde atacaban con ganas, con hambre, como si de verdad les importara. Puede que de verdad les importara, aunque todo el mundo sabía que pese a la épica del instante no se decidía ahí la temporada. En cualquier caso en el minuto 11 un penalti poco discutido sobre Messi lo transformó Coutinho y la remontada dejaba de ser una ensoñación para convertirse en un trámite. Promes le hizo falta a Messi, es cierto, pero hay que decir que el árbitro fue riguroso al señalarlo y que el defensa estuvo poco inteligente en su acción, porque Messi no tenía opciones de prosperar. Merece una especial consideración la decisión de Messi de dejarle tirar el penalti a Coutinho, para rescatarle de su racha de infortunio: una decisión de líder, de padre, que da dimensión a una temporada. Algún día Messi se retirará y echaremos en falta sus goles, su magia, su eficacia, pero sobre todo su inteligencia, su liderazgo, su capacidad por leer mejor que nadie el fútbol, la competición, lo que sus compañeros necesitan vitalmente, futbolísticamente, moralmente, y que sólo él les sabe dar. El Sevilla esperaba esperaba su momento, porque el Sevilla siempre espera y es un equipo suficientemente inteligente para no dejarse anonadar por los vientos huracanados de los que tienen prisa. En el 23, Promes dejó sentado a Jordi Alba y André Silva remató de espuela para que Cillessen rechazara el balón al palo. Magnífico rechazo. En el 24, un penalti que el VAR examinó y concedió, lo falló Banega, lo que es relevante porque nunca falla, pero lo más notable es que Cillessen lo paró: el primero que para en su carrera, el primero de 26. Lo celebró el portero como lo celebramos los hombres saliendo se según qué noches. No estaba siendo el partido más brillante de la temporada, pero sí uno de los más divertidos. Y para confirmarlo, el extraño, estrambótico segundo gol de Rakitic, aprovechando una asistencia en profundidad de Arthur. Más bien pareció un toque involuntario, pero fue gol, y muy elegante el croata levantó el brazo para indicar a sus compañeros que no quería celebrar el gol por respeto al Sevilla, su exequipo, al que todavía quiere tanto. Eliminatoria igualada. Fiesta inesperada en una fría noche de enero en la que nadie habría creído que lo pasaríamos tan bien. El Sevilla continuaba siendo peligroso en sus ataques, peligroso y profesional, demostrando que es un gran equipo, con una gran profesionalidad, capaz de sobrevivir al vendaval del contrario sin dejar de creer en sus posibilidades. La segunda parte empezó como cuando Putin tomó Crimea. Dos goles sin pestañear, de Coutinho y de Sergi Roberto, en un despliegue de talento, de oficio y de eficacia que hizo inútil cualquier resistencia visitante. Recompensa más que agradable para los escasos 55.000 espectadores que acudieron al Camp Nou. Gran nivel del Barça, pero el Sevilla no se rendía, y cuando atacaba recordaba que todavía existía. Messi -por cierto- no había marcado aún ningún gol pero los había inspirado todos. En el 67 el Sevilla demostró lo suyo, que es mucho, y se metió en la eliminatoria con un gol de Guillermo Arana. Magnífico disparo. Pero Suárez marcó el quinto en el 88. El Barça sigue siendo incontestable cuando Messi está en su sitio y el argentino puso la guinda a una noche estupenda al marcar el sexto, justo premio para un conjunto que sigue vivo en la competición después de remontar tanto en octavos como en cuartos.

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