viernes, 16 de noviembre de 2018

España sigue sin portero

España, en una película extrañísima, se fue de Zagreb con cara de tonta, penalizada por una evidente falta de ideas y por un portero que no para casi nada. Nadie comprende lo de De Gea, un bulto sospechoso desde el Mundial y que ayer sale en la foto de los tres goles, el último ya con el tiempo cumplido después de un mal despeje del guardameta del Manchester United. La selección, a la que al menos se le puede destacar el orgullo para nivelar en dos ocasiones el marcador, queda ahora al borde del abismo y necesita que Inglaterra y Croacia empaten el domingo en Wembley para estar en la final a cuatro de la Liga de las Naciones. Esta es la triste realidad de este conjunto, que pierde el aire con el que se oxigenó cuando Luis Enrique se puso al volante. Salió una noche áspera en el volcánico Maksimir, una noche desapacible sin lugar a florituras y que a España le costó un mundo descifrar, pues tuvo dos mitades muy diferentes. Incómoda desde el inicio, la selección completó un primer tiempo ramplón, únicamente agitada en ataque por dos disparos sin mayor trascendencia en el epílogo que se mencionan para poder explicar algo. Hasta ese momento, y aceptando que España tampoco sufrió más allá de un buen remate de Perisic que se estrelló en el palo después de que desviara De Gea (hay noticia en eso, un tiro que no termina en gol sin que se salvara después de otra actuación nefasta), se masticó un partido raro, de mucho control y pocas alegrías. A un ritmo de tortuga, la selección movió la pelota en horizontal y sin gracia, ocasionando incluso alguna pérdida absurda que pudo terminar de mala manera. En ese pequeño detalle, en el de una simple entrega de dos metros al compañero, se confirma que este equipo no tiene ni la mitad del talento del que sí se disponía no hace tanto, y por mucho que se insista en no echar la vista atrás es imposible no acordarse de esa época tan bella. Resumiendo, habrá que acostumbrarse cuanto antes a lo de ahora, no hay más. Quiso Luis Enrique el balón desde que descartó a los dos laterales diestros naturales (Azpilicueta y Jonny) para darle la titularidad a Sergi Roberto, que tiene la virtud de combinar con más criterio, pero que defiende peor y pasó un mal rato persiguiendo a Perisic. Por lo demás, y al margen de la novedad de Íñigo Martínez en el eje de la zaga y del regreso de Alba al costado izquierdo, el técnico asturiano va dando pistas de su columna vertebral y se pueden considerar ya fijos, más allá del cuestionado portero, Ramos, Busquets, Saúl, Isco y Rodrigo. El resto son complementos que irán entrando y saliendo, pues no hay nadie que llame a la puerta con insistencia. Como era de esperar, el pulso no tuvo nada que ver con el de Elche, en donde España se dio un festín (engañoso ese 6-0) abusando entonces de una Croacia a la que le sobraba claramente esa cita, empachada del éxito del Mundial y con el depósito vacío de gasolina. Anoche, los balcánicos fueron más competitivos y, con la permisividad del árbitro, afilaron los tacos para recuperar y alimentarse de las contras. Un equipo plano El caso es que no se puede decir que España estuviera mal en ese primer tramo, pero con tan poco no basta y es del todo insuficiente para aspirar a algo. En estos momentos, ninguno de los internacionales brilla por encima de la media y no hay individualidades de las que presumir, así que cualquier desajuste penaliza más. Después de una puesta de largo relativamente ilusionante con Luis Enrique, da la sensación de que al equipo le falta energía y calidad, sin el respeto que imponía en ese tiempo tan feliz. Pero bien, mejor ir rápido al segundo tiempo, que al menos fue más divertido y su relato resulta más ameno. Se animó la velada en dos minutos de pasión que sirvieron para reflejar lo peor de España, pues el error de Sergi Roberto en el pase para facilitar el gol de Kramaric fue terrible –los riesgos de querer siempre con el balón controlado–, pero también se comprobó que hay cierto amor propio en este grupo, al que el zarpazo le puso las pilas y se corrigió en un periquete. Por fin Isco y Ceballos dejaron los pases intrascendentes y combinaron para firmar, las cosas como son, un golazo. Se desperezó España, aleluya, y disfrutó de sus mejores momentos. Tuvo Aspas el segundo con un punterazo al larguero, y cuando se creía en la remontada llegó otro bofetón de Croacia en un saque de esquina que vuelve a retratar a De Gea. Desde Rusia, parece que la selección juega sin portero y que es incapaz de salir y transmitir confianza, superado esta vez por un remate de Jedvaj de cabeza en el área pequeña. Hay un problemón ahí, y nadie se explica qué diablos pasa con ese muchacho. A favor de De Gea, todo hay que decirlo, una notable intervención en un mano a mano con Rebic que evitó la puntilla. Qué menos... Volvió España a la furia, que eso va en el ADN, y se vio de nuevo en el partido. Morata desperdició un remate a un palmo de la portería, desbaratado por Vrsaljko, pero el lateral del Atlético regaló al rato un penalti que sirvió para que Ramos siga sumando. Ahí se desangraba Croacia, aunque no supo España alcanzar la victoria. Es más, se quedó en casa porque De Gea desvió un disparo con tan poco arte que Jedvaj empujó a placer para poner Zagreb patas arriba. Sin portero, cuesta mucho más.

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