viernes, 14 de julio de 2023

Jabeur-Voundrosuva, una final de segundas oportunidades

Un grupo de doce personas sostienen pancartas con la bandera de Túnez y mensajes de apoyo a Ons Jabeur jalean su nombre. La protagonista, exultante, se asoma a la barandilla para saluda y agradecer el apoyo. Se había ganado el derecho de jugar hoy (14.30 horas, Movistar) su segunda final consecutiva en Wimbledon después de un brillante ejercicio de resistencia y fe en sí misma ante Aryna Sabalenka (6-7 (5), 6-3 y 6-4) y lo celebraba con los suyos. Está haciendo historia Jabeur, 28 años y 6 del mundo, pero sobre todo la suya, consolidándose como favorita a todo y con ese punto de valentía que a veces le faltaba. Hoy será la prueba definitiva de ese crecimiento que la ha llevado a ganar cuatro títulos (Birmingham, Berlín, Mutua Madrid Open y Charleston) y a firmar ya dos finales de Grand Slam (US Open 2022, que perdió con Iga Swiatek y Wimbledon 2022, que perdió con Elena Rybakina). Pero es esta Jabeur un paso más evolucionada. Tiene una mano fantástica para los toques suaves, cortadas, voleas; no tan potente como Sabalenka, por ejemplo, pero también ágil para cambiar alturas y ritmos. Así engatusó a la bielorrusa el jueves y también a Frech, Bai, Andreescu, Kvitova (campeona dos veces en estas pistas), Rybakina (para sacarse la espina del año pasado) en este camino complicado que ha tenido hasta el último día. «Esta dureza me ha dado ritmo y confianza para la final. Soy muy dura conmigo misma –cuando pierde algún punto suele golpearse el muslo con saña– y las lesiones me han enseñado a ser paciente. Trabajo mucho la parte mental porque he entendido que aunque no esté cien por cien físicamente, si mi cabeza está bien, puedo ganar», aseguraba. Juega por ella y por mucho más: «Estoy preparada, quiero mi venganza con los Grand Slams y quiero hacer historia no solo para Túnez, sino para toda África». Pero también lo quiere Marketa Vondrousova , la primera tenista que, sin ser cabeza de serie, alcanza una final de Wimbledon desde 1963. La checa, 24 años y 42 del mundo, ya disputó la final de Roland Garros en 2019 (perdió con Ashleigh Barty), y entró después en la parte oscura del deporte, con dos operaciones en la muñeca izquierda que casi la hicieron desaparecer del circuito. Así que admite con una sonrisa que poder luchar por el título es «una locura». «Después de dos operaciones no sabes si vas a recuperar el nivel que tenías. Fue muy duro. Así que ahora solo puedo estar agradecida de poder jugar sin dolor. Y claro, estar en esta final es increíble. En dura o en tierra, bueno, pero ¿en hierba? Es de verdad una locura?», sonreía la checa, tatuajes por todo el cuerpo, buena capacidad de cubrir toda la pista, en el último día tras ganar a Stearns, Kudermetova, Vekic, Bouzkova, Pegula y Svitolina. Esta vez sí estará su pareja en el palco, ausente estos días porque tenía que estar en casa cuidando a la gata de la familia, Frankie. «Ya hemos hablado con el canguro de la gata para que vaya a cuidarla, sí», sonreía.

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