
El nombre de Dagur Sigurdsson todavía hace temblar al balonmano español. Fue el entrenador de la Alemania que pasó por encima de la selección en la final del Europeo de 2016, y la dejó sin Juegos. Ayer, como técnico de Japón, consiguió desconcertar y atenazar de nuevo a España, apoyado en la velocidad de las transiciones de sus jugadores y en Kai, su portero, que dejó sin respuesta a los ataques de la selección. Ocho minutos en blanco para empezar. Al menos, Corrales aguantó la portería, desquiciado Ribera en la banda porque no había manera de hacer gol. «No será tan difícil, ¿no?». Lo fue en esa primera parte en la que España se estrelló una y otra vez en Kai y en los desajustes y el desconcierto. Le costó reaccionar. Ante una selección semidesconocida, faltaron recursos para responder con claridad, para imponer el mayor nivel que se le presupone a los campeones de Europa. Y Japón continuó a lo suyo. Sin miedo ni nada que perder. Por delante al descanso (10-11). Tras el paso por el vestuario, por fin España. Claridad de ideas, rapidez y continuidad en las jugadas con el pivote, Raúl Entrerríos y Ferrán Solé para desatascar desde fuera y ver la luz. Se logró levantar el marcador, afianzar la defensa y ejecutar los lanzamientos con efectividad, con Cañellas al alza, a pesar de que Japón mantuvo la alegría toda la segunda parte. Tercera victoria en el Mundial, con este partido como toque de atención, para aprender que no ha llegado siquiera lo más difícil. Mañana, por ejemplo, Macedonia;y el jueves, Croacia.
De Deportes http://bit.ly/2FwMpN3
0 comentarios:
Publicar un comentario