
El presidente del Consejo General del Poder Judicial ha justificado el traslado del acto de ayer de Madrid a Barcelona para festejar el 40 aniversario de la Constitución. Es una decisión torpe, inoportuna y francamente estúpida por parte de alguien que como Carlos Lesmes preside una de las principales instituciones que vertebran el Estado. Los 40 años de la Constitución no sólo se pueden celebrar en Barcelona sino que se tienen que celebrar en Barcelona, con todas las de la Ley -nunca mejor dicho- y el valor simbólico de la presencia del Rey. Es propaganda independentista llevarse un acto de Barcelona a Madrid con el pretexto de celebrar en condiciones el gran pacto de convivencia entre los españoles. Como si Barcelona no fuera España. Como si los catalanes no fueran españoles. Como si existiera de facto lo que los hiperventilados llaman república catalana. Es incomprensible que el presidente Lesmes haya cometido tan grave y absurdo error a las puertas del juicio por el 1 de octubre, como si el sistema judicial español sintiera miedo o vergüenza de celebrar sus actos en Cataluña. ¿Para qué tiene que esforzarse el secesionismo en levantar fronteras si voluntariamente el Estado desaparece de Cataluña? Es lamentable, y parte de la explicación de cómo hemos llegado hasta aquí, que la presencia de España en Cataluña sólo se haga explícita con Hacienda y los registros de la Guardia Civil. El independentismo no tendría tanto éxito si el Estado no hubiera asumido -como así ha sido- que mi tierra no es exactamente su territorio, o que lo es menos que Extremadura, Madrid o Murcia, hasta llegar a creer que el aniversario de la Constitución no puede celebrarse en Barcelona. Con presidentes como Lesmes, ¿para qué hacen falta jueces como Santiago Vidal? Si la Constitución no puede festejarse en Barcelona, ¿por qué un juez tronado no ha de poder redactar su constitución catalana? España llora con el fantasma del 155 lo que no ha sabido defender como un Estado.
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