La práctica del sexo químico, más conocido como «chemsex», empieza a convertirse en un problema de salud pública en la Comunidad de Madrid por los siniestros efectos que provoca en las personas –hombres fundamentalmente– que lo ponen en práctica: cuadros psicóticos, esquizofrenias, infecciones intravenosas, de los genitales y un estancamiento en las cifras de contagio del VIH. Cada año, en la región se detectan 1.000 casos nuevos de sida, una epidemia relacionada en gran medida con estos maratones de sexo, donde se emplean todo tipo de drogas –a veces inyectadas–, sin métodos de protección y entre los participantes se encuentran seropositivos que no saben que lo son o prefieren callar su secreto a sus compañeros de juego. En 2018, como informa Almudena García, coordinadora del programa «Sexo, drogas y tú» en la ONG Apoyo Positivo, tres personas murieron a consecuencia del consumo de sustancias estupefacientes en estas fiestas de límites extremos. Una de ellas, tras entrar en coma por la administración de GHB, un éxtasis de uso extendido por su bajo precio; las otras dos, fallecieron por otras complicaciones derivadas de estas sesiones. A parte, entre los casos más graves del «chemsex», relata García, se han topado con un hombre al que tuvieron que amputarle el pene por el encadenamiento de varias Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS) en jornadas de lujuria y una perforación anal e intestinal tras perder el control de los actos. Desde Apoyo Positivo, que realiza 5.000 pruebas gratuitas anuales entre Madrid y Málaga para la detección precoz de VIH, comenzaron a observar en 2015 que repuntaban enfermedades como la Hepatitis C, la sífilis y que la gonorrea se hacía resistente a los medicamentos antibióticos. Los casos que les llegaban estaban relacionados con orgías ligadas al consumo de drogas como la metanfetamina, mefedrona, GHB, cocaína, o ketamina, los ingredientes habituales de las «chemsex». ONG Apoyo Positivo: «Estamos desbordados de casos. O las instituciones intervienen con mayores recursos o a largo plazo va a suponer un gasto mayor» Más intervenciones En 2016, Apoyo Positivo comenzó sus intervenciones para ayudar a un colectivo con graves secuelas por el sexo químico. Un equipo integral de psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales inició el tratamiento y apoyo para 40 personas; en 2017 la cifra subió a 72; el año pasado se disparó a 147. «Estamos desbordados», traslada. Las víctimas del sexo con drogas les llegan a través de los tests que realizan o derivados de unidades de VIH de hospitales madrileños. «O las instituciones intervienen con mayores recursos o a largo plazo va a suponer un gasto mayor», advierte García. Hay gente que acaba internada tras desarrollar cuadros psiquiátricos graves. «Es un fenómeno cada vez más generalizado, que va in crescendo, y nos preocupa bastante por la evolución que está llevando por el consumo de estupefacientes», apunta Juan Diego Ramos, coordinador VIH en la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felgtb). Algunas personas optan por esta práctica por miedo a ser rechazados por tener VIH Contra su voluntad La Dirección General de Salud Pública de la Comunidad de Madrid, que dirige Juan Martínez, está a punto de ultimar el primer estudio sobre «chemsex» en la región. Felgtb, el colectivo Cogam y Apoyo Positivo, entre otras entidades, han alertado al Gobierno regional sobre el auge de esta moda sexual y sus peligros. «El ‘chemsex’ es minoritario, pero es un problema importante porque casi siempre es con droga inyectable», afirma el director general. Es lo que se le apoda como «slamsex» o «slamming». Por ahora, la labor de la Administracion madrileña va encaminada exclusivamente a la prevención con la difusión de campañas, formación a profesionales, realización de pruebas para detección de ETS y la dispensación de preservativos. Las personas que se adentran en el mundo del sexo con dopaje buscan poder disfrutar de relaciones sexuales con desconocidos durante muchas horas, o hasta tres días, a base de esnifar, inhalar o inyectarse las sustancias psicotrópicas. «Los efectos de algunas de estas drogas provocan euforia y una desinhibición desmesurada que pueden conducir hacia actividades extremas», recoge un documento de la Comunidad de Madrid sobre sensibización para agentes de salud y mediación. A veces, añade el responsable de Felgtb, va aparejado a acciones que van en contra de la voluntad de los individuos. «Es un fenómeno cada vez más generalizado, que vain crescendo, y nos preocupa bastante por la evolución que está llevando el consumo de estupefacientes» El perfil El perfil del participante en sesiones «chemsex», trasladan desde Apoyo Positivo, es el de un varón de aproximadamente 30 años, aunque la media de edad va bajando.Son personas altamente formadas, que tienen un trabajo estable y un nivel adquisitivo medio-alto. «Lo que subyace para lanzarse a realizar estas prácticas son otros problemas como la soledad, la presión social o los armarios que se crean», expresa Almudena García, quien añade: «Los casos más problemáticos son los de serofobia interiorizada, aquellos que no aceptan tener VIH o no quieren decírselo a una pareja por miedo al rechazo. Por eso, les cuesta entablar una relación afectiva utilizando preservativo o profilaxis y opta por tener encuentros a través de aplicaciones móviles; también hay ejemplos de homofobia interiorizada». Juan Diego Ramos, de Felgtb, coincide en los mismos rasgos: «Todo está relacionado con el aspecto emocional, con problemas de socialización que se ven aumentados por el uso de sustancias. Nosotros hemos detectado un alto índice de intentos de suicidios entre los participantes del ‘chemsex’ antes de que lo probaran. Para algunos portadores del VIH, la única forma de relacionarse con gente como ellos es en fiestas como estas. Espacios donde socializan con sustancias químicas». ¿Qué es el «chemsex»? ¿De dónde procede esta moda? Se importa de Estados Unidos y Reino Unido. En España, las asociaciones y ONGs que trabajan para el colectivo LGTBI comienzan a detectar un repunte de Enfermedades de Transmisión Sexual ligadas a orgías con drogas en el año 2015. En 2016 se comienza a intervenir a los «enganchados» con problemas de salud sexual y mental. ¿En qué consiste? Es una experiencia sexual entre dos o más hombres donde previamente se han consumido sustancias químicas como metanfetamina, mefedrona, GHB, cocaína, o ketamina (entre otras) para durar el mayor tiempo posible (hasta varios días). Los efectos de algunas de estas drogas provocan euforia y una desinhibición desmesurada que pueden llevar hacia actos llevados al límite. Las drogas se fuman, se esnifan o se inyectan (slamsex). ¿Dónde se realizan? En pisos privados, tras haberse citado con aplicaciones de encuentros con geolocalización. Según la ONG Apoyo Positivo, que atiende a adictos del «chemsex», también se produce el contacto previo en saunas, bares de sexo o sesiones anteriores. Los mayores riesgos El consumo de drogas hace que se pierda la percepción de peligro y se reduzca el uso del preservativo, lo que conlleva a la infección por VIH, Hepatitis C, coinfección de ambas, y otras ETS. El año pasado se produjeron tres muertes. Por otro lado, las «chemsex» crean adicción a algunas personas y el uso continuado de las drogas mencionadas derivan en problemas de salud mental, que comienzan con conductas de bloqueo o pérdida de memoria, paranoia, psicosis, depresión, ansiedad, hasta tener que llegar a ser internado e intervenido por psiquiatras. Un desafío Desde la perspectiva de la salud pública, este fenómeno emergente representa un gran desafío porque los gobiernos desconocen su alcance, la prevención necesaria y la asistencia para los pacientes todavía no se ha consolidado.De España http://bit.ly/2Wmzx2c






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