martes, 22 de agosto de 2023

García Romo, una sola bala contra Ingebrigtsen

Mario García Romo asistió a la debacle de Mohamed Katir y Adel Mechaal en la cámara de llamadas, el lugar en el que los atletas esperan en capilla para competir. La imagen de sus dos compañeros derrotados sobre el tartán del estadio de Budapest fue lo último que vio antes de salir él mismo a la pista del novísimo coliseo húngaro. De repente, se había convertido en la única opción española para estar en la final del 1.500, una prueba en la que las expectativas al principio de los Mundiales eran altísimas. Noticia Relacionada Atletismo estandar Si Mohamed Attaoui: «Siempre que he hecho buenas marcas ha sido dando la cara; soy un tipo valiente» Javier Asprón Una de las grandes promesas del atletismo español debuta en un Mundial en las series del 800 Lo cierto es que no pensó demasiado en ello hasta que acabó su propia semifinal, donde una vez más controló la situación y a sus rivales como si en vez de 24 años fuera un veterano de colmillo afilado y mil batallas a sus espaldas. Él no falló, y tras las bajas en combate (no solo la pifiaron Katir y Mechaal, también lo hizo el keniata Timothy Cheruiyot, campeón en Doha, plata olímpica en Tokio y en el top 5 mundial del año), García Romo se plantó en la lista de inscritos de la final con la cuarta mejor marca de los participantes. Eso, en una temporada en la que hasta once atletas han bajado de 3:30, más que nunca en la historia, no es cualquier cosa. Lo hace, además, con muchísima confianza. Toda la que le dan haber rozado ya la medalla mundial el pasado curso (fue cuarto en Oregon) y tras conquistar el bronce europeo en Múnich . Toda su preparación ha ido encaminada a llegar a Budapest de la mejor forma posible. Eso, y la formidable progresión de los dos últimos años, en los que ha rebajado en seis segundos su mejor marca, le convierten en la opción a medalla más viable de la delegación española al margen de la marcha: «Llego en el mejor momento de la temporada», explica. «Por eso no me noté tan bien en el Campeonato de España porque trabajaba pensando en esto». La fecha de ese Nacional, paso intermedio obligatorio para acudir a Budapest, fue el argumento que expuso Mechaal para explicar su eliminación y la de Katir. «Nos han tostado», dijo el catalán, que se jugó el título de campeón en un mano a mano memorable contra Katir, al que Romo asistió como espectador desde la comodidad de su tercera posición. Hoy, donde de verdad importa, es él quien sonríe y acapara los focos. «Los dos me parecen atletas impresionantes, no tengo envidia de ninguno de ellos». Sin miedo al ogro García Romo es ambicioso. En julio afirmó en ABC que se ve como campeón mundial y que no teme a Jakob Ingebrigtsen, que saldrá a la final como gran candidato al oro. Es el rival al que todos temen, aunque el salmantino asegura que se le puede hacer daño por más que la temporada del noruego haya sido, una vez más, de ensueño. Ha pasado un mes desde que el coloso de Sandnes batiera su propio récord de Europa (3:27.14), y en Budapest se le ha visto sobrado tanto en la primera serie como en la semifinal, la misma que la de García Romo, en la que se permitió el lujo de girarse hacia el público y levantar los brazos en la recta de meta para reclamar más apoyo. «He hecho esos gestos porque pensaba que el público estaba dormido», dijo después el nórdico en zona mixta. Nadie entendió bien la soberbia. «A mí no me molestan esos gestos», dice Romo sonriendo cuando le preguntaban por ello. «Si quiere hacerlos me parece bien». Mientras, su cabeza bulle pensando en el tipo de carrera con el que podría hacer más daño a su gran rival. A favor del resto está el hecho de que Ingebrigtsen tiene que competir también a partir de mañana en el 5.000, lo que hace pensar al salmantino que el noruego no tirará de inicio. Si la carrera es más lenta, habrá más opciones para los demás. Ingebrigtsen es el ogro, pero en la lucha por las medallas hay más nombres a los que temer. Y juegos cruzados de amistades y rivalidades enconadas. Romo compartirá final con su íntimo amigo de las carreras, el estadounidense de origen etíope Yared Nuguse. Con él convive en Boulder, Colorado, centro de operaciones del exclusivo grupo de campeones del On Athletics Club que trabaja a las órdenes de Dathan Ritzenhein. A pesar de estar en hoteles distintos, en Budapest han compartido momentos de ocio en la piscina, aunque se prohibieron hablar de la final. «Nunca hablamos de carreras. Somos chavales que hablamos de cosas normales. El atletismo es nuestro trabajo», dice el español, que sabe del potencial de su amigo. De hecho, Nuguse es quien más se ha acercado a Ingebrigtsen este año (3:29.02). Al margen de Romo y Nuguse, a Ingebrigtsen también le provoca un pequeño dolor de muelas su compatriota Narve Gilje Nordas, que en Budapest disputará su primera final mundialista después de haber rebajado su tope personal de 3:36.23 a 3:29.47 en apenas unos meses. El hombre clave de esta mejoría es Gjert Ingebrigtsen, el padre del pluricampeón. Nordas es su nuevo proyecto después de que su hijo decidiera que no le quería más como entrenador. No es ningún secreto la mala relación entre Nordas y el actual campeón olímpico del 1.500, que ha llevado al primero a buscarse un hotel distinto al del resto de la delegación noruega. De una u otra forma, o de todas juntas, saltarán chispas en la final.

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