lunes, 1 de julio de 2019

Pablo Casado denuncia la estrategia de «ruptura del sistema» del PSOE

Pablo Casado estuvo ayer en el centro de todas las miradas cuando, tras quedar Mariano Rajoy apartado en 2016, un presidente del PP volvió a participar en el Curso de Verano de la fundación FAES, presidida por José María Aznar. En la conferencia de apertura, que estuvo ayer a su cargo, hizo un análisis del «laberinto» en el que, para él, los socialistas han metido a nuestro país a lo largo de los últimos 15 años mediante un proceso de deslegitimación del centro-derecha que ha convertido en «protagonistas decisivos a quienes antes no lo eran», en referencia a los «radicales y antisistema». Para Casado, el «laberinto socialista» en el que se encuentra España «se resume en el hecho de no poder hacer, o no saber cómo hacer, lo que España necesita». En un discurso leído, el presidente del PP acusó a Pedro Sánchez de «hacernos creer que ni su partido ni él personalmente tienen responsabilidad alguna en el bloqueo en el que nos encontramos» cuando «ellos son los principales responsables». Y se atrevió a poner un origen a este problema: el año 2004. Con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa, se impulsó una reforma del Estatut que «nadie en Cataluña propugnaba» y que trataba a la comunidad «como una Nación camino de ser un Estado», aseguró Casado. Después de que el Tribunal Constitucional diera la razón al PP y tumbara la reforma, «la reacción del PSOE no fue pedir perdón», sino «convocar a los catalanes a la calle». De aquellos polvos, estos lodos. «El PP nunca ha tenido problema alguno en reconocer la diversidad de España, a condición de que con ello no se quiera decir que España, en realidad, no existe», defendió Casado. Después, aseguró que el objetivo de esta estrategia llevada a cabo por los socialistas tenía un fin concreto: «Deslegitimar al Partido Popular y al sistema del que forma parte lealmente». «El PSOE se planteó elegir entre ser oposición dentro del sistema o romper con él para poder ser Gobierno, y eligió lo segundo», insistió. Y, llegando a la actualidad, Casado hizo un paralelismo entre «el razonamiento que adoptaron los golpistas en Cataluña» y cuando, con la reforma del Estatut, el PSOE «decidió saltar por encima del procedimiento de reforma previsto en la propia Constitución». Tras esto, defendió que «la predisposición socialista a los indultos» no es más que «el reconocimiento de la ilegitimidad del procedimiento judicial mismo». «Ha dañado al PP» Casado reconoció ayer el «éxito relativo» de esta estrategia: «No ha podido llevar al PP a la irrelevancia, pero lo ha dañado». La ruptura del consenso institucional bajo el «argumento» del «inmovilismo del Partido Popular» ha permitido al socialismo presentarse como víctima. Pero «si se sustituye al PP por el nacionalismo y el radicalismo como socios preferentes», subrayó Casado, «el resultado no puede ser otro que la desestabilización y la fractura social y política». Y, por todo ello, no tenía ninguna duda de que «los procesos de fondo que han debilitado nuestras instituciones, incluidos los partidos, han sido promovidos fundamentalmente por el PSOE». Aludiendo a la investidura, Casado declaró que «hablar de alianzas alternativas a las de la moción de censura implica hablar de una rectificación de rumbo histórico». Hizo una defensa del PSOE y el PP como ejes principales del bipartidismo, reconociendo su actual posición de debilidad frente a los socialistas pero convencido de que «restaurar el pilar derecho del bipartidismo» es hoy más sencillo. Y añadió, rechazando a Sánchez: «Siempre estaré dispuesto a ayudar en esa tarea de fondo, pero no cooperaré ni activa ni pasivamente para que el PSOE siga igual». Pero Casado no fue el único crítico con Sánchez. Antes de él, Aznar pronunció un breve discurso inaugural en el que acusó al presidente del Gobierno en funciones de ser un «viajero sin billete»: «Quien acepta ser propuesto para la investidura debe tener una idea fundada de cuál tiene que ser la mayoría con la que va a gobernar». Recriminó a Sánchez que exigiera «apoyos gratuitos» y que hablara de «una victoria electoral de largo» mientras «advierte de nuevas elecciones». E insistió en esto asegurando que «los juegos tácticos tienen que tener un límite, no estamos para estas diversiones. Quien tenga que negociar, que negocie». Los elogios que tampoco tuvo para Mariano Rajoy en su última etapa se los reservó para Casado, que ocupa el cargo que él ostentó entre 1990 y 2004: «Pablo es una garantía de liderazgo, el único que puede construir más pronto que tarde una alternativa real a la izquierda».

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