
Pretender la destrucción de las autonomías es insensato, y consiste más un eslogan para gritar en algunos mítines que una medida política reflexionada. A nadie se le ocurriría suprimir el sistema de gobierno alemán. El altísimo nivel de desarrollo uniforme de todos los pueblos de España se ha logrado gracias a las decisiones tomadas por las administraciones más cercanas al ciudadano que han sido y son los ayuntamientos, las diputaciones, los parlamentos y los gobiernos autonómicos. Es un hecho que la España de 2019 no tiene mucho que ver con la España de hace 40 años, y que nuestro sistema autonómico ha sido, en buena parte, la base para haber disfrutado del mayor tiempo de paz y prosperidad compartida en España de toda nuestra historia. Solo por poner un ejemplo, España ha conseguido multiplicar por quince su renta «per capita» en estos cuarenta años. Otros países, mucho más ricos y poderosos que el nuestro, como Estados Unidos o Reino Unido, han necesitado más de cien años de su historia para conseguirlo. Por mucho que a algunos les pese, eso ha sido, entre otras cosas, gracias al sistema autonómico. Distinto es que algunos hayan abusado de él. Eso es cierto, y bien van a pagar en breve algunos de ellos por las tropelías cometidas. España es un país libre y plenamente democrático. Sin complejo alguno. Y en el uso de la Libertad asumimos que defiendan sus postulados incluso aquellos que quieren destruir España. Esta es nuestra grandeza. Y si los nacionalismos han subido su apuesta, no miremos a las instituciones como las culpables, sino a los errores de quienes pensaron que la integración de los nacionalismos se conseguiría sin esfuerzo o a los políticos concretos que ha hecho dejadez de sus funciones o han abusado de ellas. Estoy de acuerdo con que los constitucionalistas pensaron, no sin cierta inocencia, que las autonomías acabarían integrando a los nacionalismos y dejarlos sin discurso, no solo en País Vasco y Cataluña. Muy cierto es que no se ha conseguido. Pero no es culpa del estado autonómico. Los nacionalismos crecen también en países que no tienen estructura autonómica. Digo como Vargas Llosa: «El nacionalismo y el racismo son las dos caras de la misma moneda», y eso no se combate suprimiendo los parlamentos y gobiernos regionales. Yo creo en España y creo que el «concepto España» tiene que estar más presente en el concierto autonómico. Pero la España del Siglo XXI concebida con un gobierno central que anule las autonomías es impensable, incomprensible e inviable. Si el «concepto España» ha desaparecido en algunas regiones, es obligado enmendar los errores. Y el Gobierno tiene instrumentos en su mano para hacerlo. Por ejemplo, creo que la coordinación de la enseñanza debe ser mejor. El Gobierno puede y debe garantizar que se estudien de forma común para toda España las asignaturas de Historia, Geografía y Lengua, por ejemplo, aunque la competencia la desarrollen las Comunidades Autónomas, pero bajo la estricta supervisión de la Administración Central y con absoluta lealtad institucional. Se puede y debe garantizar el uso del español en todo el territorio nacional sin fronteras ni limitación alguna, con independencia de que las lenguas cooficiales puedan ser también usadas en sus propios territorios, pero nunca con exclusión de la única lengua común y universal de nuestra nación: el español. Y, por último, está el mayor error de las administraciones autonómicas: el despilfarro, la contratación de demasiados empleados para pagar favores y la creación de administraciones paralelas que sirven para sacar del control debido el dinero público. Pero ese desacierto no es un mal del sistema autonómico, una vez más, es un problema de malos políticos que utilizan las instituciones para usos personales o partidistas. Yo creo en la España liberal, la que pide menos administración y más ciudadanos; menos organismos públicos y menos impuestos; más Libertad y más España. Madrid es un buen ejemplo de ello: las políticas liberales del Partido Popular durante los últimos veintidós años han hecho de Madrid un modelo de éxito. Antes de que el Partido Popular gobernara en la Comunidad de Madrid, Madrid era la cuarta región de España. Hoy, somos los primeros. Es la comunidad autónoma en la que mejor Sanidad se ofrece; la que permite elegir médico, hospital, colegio, transporte o abrir nuestros negocios cuando queramos... Eso también lo ha conseguido el estado autonómico en manos de políticos serios, liberales y conservadores. Otras autonomías no han seguido ese camino de Libertad y no pueden presentar el mismo balance. Creo en España. Creo en la España de las autonomías. La misma que nos ha sacado de la autarquía y nos ha convertido en una de las naciones más abiertas y prósperas del mundo. Uno de los lugares donde es mayor la esperanza de vida. El destino elegido por millones de personas de todo el mundo para vivir su jubilación. País señalado por todos con el mayor índice de felicidad. Creo en España. No se puede gobernar Madrid sin querer a España. Y creo que la España de hoy y de futuro se construye eliminando barreras entre regiones, pero con la seguridad de que las regiones existen.
De España http://bit.ly/2DSgvcA
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