jueves, 28 de febrero de 2019

Descalificaciones mutuas en el último pleno de la legislatura

Los líderes políticos convirtieron ayer el último debate parlamentario de la legislatura en un irritado acto de campaña en el que quedaron en un segundo plano las discusiones para las que se había convocado la sesión: la situación de Venezuela, las sociedades instrumentales de los ministros y los planes de contingencia ante un Brexit sin acuerdo. El Congreso funciona en modo electoral desde el debate de los Presupuestos Generales del Estado cuando la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, utilizó la tribuna de oradores no para defender las cuentas sino para realizar un alegato en defensa de la gestión del Gobierno. En esta clave, no era de extrañar que tanto el presidente del Partido Popular, Pablo Casad o, como el de Ciudadanos, Albert Rivera, hicieran lo mismo en su última oportunidad para confrontar con el jefe del Ejecutivo en la Cámara Baja. Podemos quedó en fuera de juego al enviar a su candidato a las elecciones europeas, Pablo Bustinduy, a defender su posición en el Pleno. El debate acabó discurriendo por los mismos derroteros que en los últimos meses, aunque con palabras más gruesas que incluyeron descalificativos y acusaciones cruzadas de utilización partidista de las instituciones entre Sánchez, Casado y Rivera. Podemos quedó en fuera de juego, no fue la número dos, Irene Montero, quien defendió la posición del grupo Los líderes de PP y Cs centraron su discurso en desacreditar a Sánchez como presidente por estar gobernando de la mano de los «enemigos de España», en alusión a los partidos independentistas. E intentaron asentar la idea de que este pacto se reeditará tras las elecciones de abril al exigirle que desvele si volverá o no a pactar con ERC y PDECat, y si sopesa indultar a los líderes del «procès» en caso de que resulten condenados. Cuestiones, ambas, que el presidente del Gobierno volvió a dejar sin contestar. En cambio, reaccionó acusando a ambos de desarrollar una oposición «desleal» con el Estado por no apoyar la estrategia de diálogo con Cataluña, de buscar el enfrentamiento territorial por rédito electoral y de hacer política desde la «hipérbole». El líder del PP desplegó de nuevo una oratoria eficaz, sin apoyo de discurso escrito, que convenció a su bancada y probablemente le sirvió para enardecer a sus filas. El presidente de Cs, por su parte, se presentó como una tercera vía alternativa al viejo bipartidismo, con un discurso con mayores tintes electoralistas en el que exhibió sus grandes promesas de reforma y regeneración. Casado: «Usted miente» Sánchez se esforzó en dibujar una actuación «ejemplar» del Gobierno ante los escándalos de sus ministros, sin dilación en Venezuela y «óptima» ante el Brexit. Puso intención también en proyectar una imagen de presidente dialogante y moderado, reclamando que «la España presente en esta Cámara tiene que parecerse más a la España real». Una carta de presentación que Casado enmendó a la totalidad atacando uno a uno los logros que se atribuyó el presidente y poniendo sobre la mesa todos sus incumplimientos desde la moción de censura. Todo bajo una premisa: «usted miente, miente y miente todo el tiempo». En la idea de que el jefe del Ejecutivo falsea la realidad recaló después Rivera, quien hizo un balance negativo de los últimos meses de gobierno insistiendo en las cesiones al independentismo. Al jefe del Ejecutivo le irritó esta posición de sus rivales y subió a la tribuna de oradores con la misma descalificación bajo el brazo. «No mientan de manera tan descarada», cargó contra ambos. En esa segunda intervención pudo verse al presidente del Gobierno más nervioso aunque introdujo cierta teatralización. Cargó contra Casado y Rivera por utilizar el Pleno para fines electoralistas, reprendiéndoles por no entrar en el fondo de unas cuestiones que consideró necesarias de tratar, olvidando que el PSOE había votado en contra de que el debate tuviera lugar. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ayer en la tribuna del Congreso - EP Nueve meses en bucle a golpe de exhumación J. Casillas/G. Caro La última sesión de control al Gobierno terminó con la misma cantinela con la que Pedro Sánchez quiso embaucar a los españoles en verano. En los pasillos del Congreso, lejos de hablarse del Brexit, de Venezuela o de las sociedades interpuestas de varios ministros, asuntos que abordó el presidente, el tercero de ellos de soslayo, el tema recurrente era la frustrada, otra vez, exhumación. El parón por orden judicial no torció el gesto de un Ejecutivo obcecado, como tampoco el afán de Ana Pastor por mantener controlados en sus escaños a los diputados. «Qué paciencia», se oyó resignarse a la presidenta del Congreso, con quien Aitor Esteban, portavoz del PNV, hizo gala de su ironía al pedirle que, por favor, no le riñese si se atenía al orden del día y no hacía campaña electoral desde el atril. Pablo Casado y Albert Rivera cargaron contra Sánchez por sus gestos al soberanismo con un tono bronco, repetido casi de manera unánime por toda la oposición. Sorprendió el perfil bajo de Podemos. No replicó la portavoz, Irene Montero. Fue el diputado Pablo Bustinduy quien se enfrentó a los primeros espadas de PP y Cs. La aventura de Sánchez acaba como empezó: con la búsqueda de socios y con Franco en el Valle de los Caídos. O quizá peor. Pues hubo ayer quien, en una esquina de la Cámara Baja, sugirió que el Ejecutivo no sabe aún cómo presentar algunas de sus grandes promesas sociales en los decretos que quiere llevar a la Diputación Permanente. «Tienen mucho lío», decían. Sánchez defiende ahora las sociedades instrumentales A. I. Sánchez El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, fue llamado ayer al Congreso para dar explicaciones por las sociedades instrumentales constituidas por varios de sus ministros en el pasado. A pesar de que cuando estaba en la oposición criticó con dureza este tipo de herramientas fiscales y aseguró que expulsaría de su ejecutiva a quien las utilizara, no realizó ayer autocrítica por casos como el de la ministra de Economía, Nadia Calviño, o el del titular de Ciencia, Pedro Duque, por considerar que con ellos no persiguieron «enriquecerse» sino «gestionar patrimonio». Sánchez despachó así la cuestión en tan solo unos minutos asegurando que «todos los miembros» de su Ejecutivo cuentan con su «plena confianza porque cumplen el criterio de ejemplaridad que nos impusimos como listón innegociable». Según el presidente del Gobierno «todos los ministros cumplen con sus obligaciones fiscales» porque «han utilizado figuras legales en gestión de renta y patrimonio». En el caso de Calviño, destapado por ABC, la sociedad creada le permitió rebajar el pago de impuestos y, por tanto, aumentar sus fondos. A pesar de ello, según Sánchez siempre que no se cumplieron ambas premisas «asumimos nuestra responsabilidad sin excusas y con celeridad». Nada de ello convenció al presidente del PP, Pablo Casado. «Para hablar de regeneración se la tiene que aplicar usted mismo, para hablar de ejemplaridad se la tiene que aplicar usted mismo», continuó reprochando el líder popular, recordando una a una las polémicas financieras que han rodeado a siete de los miembros del Gobierno, la mayoría por el uso de sociedades instrumentales. «No solo no les ha echado sino que pretende darnos lecciones de ejemplaridad», bufó. «Coherencia y ejemplaridad, la que debe tener usted», abundó. «Sinceramente, ojalá se vaya con tanta paz como descanso deje», cerró su primera intervención. El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, pasó de puntillas por esta cuestión. No en vano, la semana pasada, ABC sacó a la luz que su candidata a la alcaldía de Madrid, Begoña Villacís, falseó el cierre de una sociedad para ocultar parte de su patrimonio. El viernes, un decreto ómnibus sobre el Brexit «La ultraderecha no necesita alcanzar el poder para condicionar la agenda política porque le basta con condicionar a otros actores». Sánchez hizo así ayer un paralelismo entre el Brexit y la influencia de Vox en un gobierno de PP y Cs. Sánchez explicó sus planes ante una salida abrupta del Reino Unido y adelantó que el Consejo de Ministros aprobará este viernes un decreto ómnibus con medidas para salvaguardar los intereses españoles. Los grupos le afearon que lo haga de espaldas a la comisión del Congreso. El Gobierno, contra una intervención armada El jefe del Ejecutivo aseguró que no apoyará ninguna intervención armada en Venezuela para apoyar al presidente encargado del país, Juan Guaidó. Según Sánchez la única estrategia válida es ejercer presión para la convocatoria de unas elecciones con plenas garantías. Los presidentes del PP y Cs evitaron pronunciarse sobre la intervención armada pero cuestionaron el compromiso de Sánchez con Venezuela. Casado dijo sentir vergüenza de un presidente que no hace «nada» contra el régimen de Maduro.

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