lunes, 4 de febrero de 2019

Sánchez deja de ser intocable en el PSOE

La que se cierra ha sido una semana extraña para la política. Concluye enero con todos los partidos instalados en una indeterminación incómoda, con análisis y mensajes internos contradictorios, y con más incertidumbres que certezas en sus respectivas estrategias. El PSOE, CIS en mano, ha optado por la construcción de una realidad virtual, por una verdad de escaparate que ponga sordina al creciente malestar intestino, y hasta los ministros, carentes de una versión homogénea para interpretar los silencios de Pedro Sánchez, discrepan y se anulan entre sí sobre la conveniencia de convocar elecciones generales. A su vez, el PP no solo teme el «efecto simpatía» que produce el programa dogmático y sobreactuado de Vox. En Génova temen más aún lo que han dado en llamar el «voto múltiple» del ciudadano de la derecha, un fenómeno novedoso que empieza a intuirse en España causado por la fragmentación política, y que en mayo puede reducir a cenizas la concepción clásica del «voto de castigo» y el «voto útil». La opción de que un mismo ciudadano vote a un alcalde de Ciudadanos, a un presidente autonómico del PP, y a la lista europea de Vox, por ejemplo, tendrá que empezar a manejarse en la cocina científica de los sondeos, para dificultar más aún los pronósticos. Mientras, Ciudadanos vive inmerso en la ciclotimia que le produce la euforia de un notable crecimiento electoral estimado y la prevención de la lección aprendida tras ser siempre sobredimensionado en los sondeos y nunca alcanzar los anunciados sorpassos; y Podemos solo podía cerrar en falso su crisis después de que sus causantes ni siquiera acudiesen a la reunión convocada precisamente para resolverla. El tabú de la intocabilidad de Sánchez, a prueba en el PSOE La semana en el PSOE comenzó con la ministra de Hacienda aventurando elecciones generales si no se aprueban los presupuestos, para ser poco después desautorizada por José Luis Ábalos, «número dos» del PSOE, desvinculando las cuentas públicas de los comicios. O Sánchez transmite mensajes contradictorios a sus ministros, o sencillamente van por libre sin información suficientemente consistente desde Moncloa. La versión dada por la ministra de Economía, Nadia Calviño, sobre la irrelevancia de las previsiones de caída en el crecimiento, también ha contribuido a la ficción política en la que se ha instalado el PSOE. El fichaje y designación a dedo de «Pepu» Hernández como candidato a la alcaldía de Madrid ha generado convulsión y agravios en el PSOE madrileño. No es nada nuevo y era previsible, más allá del escrutinio fiscal de su vida y de su necesario discurrir por la trituradora en que se ha convertido la política y su exigencia de ejemplaridad de ida y vuelta. Sin embargo, y es lo novedoso, ha empezado a resentirse el tabú de intocabilidad de Sánchez. En Andalucía tenía toda la lógica. En Madrid, que le aupó en las primarias frente a Susana Díaz, ha escocido su burda vulneración de la neutralidad y su utilización de una militancia sin premio. Ya no es solo la erosión de la acción de gobierno lo que desgasta a Sánchez. En el ámbito orgánico del partido ha empezado a ser discutido allí donde la disidencia carecía de movilización. El esfuerzo que hagan Moncloa, Ferraz y el PSM por aplacar el golpe bajo que supone concurrir a las urnas sin militantes en las cabezas de lista será intenso. Pero queda el poso de una incipiente quiebra en la confianza del PSM –y del PSOE- en él, y en el propio Ábalos como gestor de crisis internas y muñidor de decisiones que parte de su militancia no comprende. El encuestado miente a menudo con su «recuerdo de voto» Finalmente, el CIS ya ha elevado al 30 por ciento la intención de voto para el PSOE. Más allá de cualquier legítima crítica a la metodología que emplea José Félix Tezanos o a la ideologización del CIS al servicio del PSOE, cabe preguntarse por qué no eleva el margen de error al 25 por ciento… Con cocina, sin ella, con la asignación pura de voto directo, o con cualquiera de las fórmulas que emplee el CIS, el PP es consciente de ser víctima de una campaña de estigmatización para crear una corriente de opinión adversa: negarle opciones por sistema para diversificar el voto de la derecha, de modo que la crisis interna de Podemos permita al PSOE experimentar una transferencia favorable de votos de la izquierda. En las elecciones de 2015, tras la mayoría absoluta lograda por el PP en 2011, se acusaba al PP de «cocinar» las encuestas a su medida. Sin embargo, la cocina es esencial. Incluso científica, si se elabora con criterios solventes. En aquella ocasión, y en la variable de «recuerdo de voto» anterior que se les pedía a los encuestados, más de un 20 por ciento «recordaba» haber votado en 2011 a Podemos… año en que no concurrió a las elecciones generales. La asignación de porcentajes en virtud del «voto directo» es muy engañosa, lo mismo que es falaz el recuerdo de voto en muchos sondeados. O sencillamente se miente. La cocina corrige en virtud de criterios realistas… salvo que se pretenda deconstruir la realidad para alentar una ficción. Las elecciones de Andalucía debieron servir de escarmiento para Tezanos, a no ser que su mandato sea otro muy distinto. Y, por lo visto en las urnas, ineficaz a la hora de condicionar el subconsciente del votante. El PP teme más el «voto múltiple» que a Vox Al PP le queda poco recurso más que la resignación y la mofa tras analizar el último sondeo del CIS. Pero ya ni siquiera es necesario combatir la tendenciosidad y la falta de credibilidad del CIS. El PP es víctima de múltiples tensiones internas por los liderazgos regionales y municipales, y emergen discrepancias y dudas con el discurso de Pablo Casado en su propósito de atraer tanto votantes emigrados a Ciudadanos como votantes ideológicos abducidos por Vox. No es una estrategia fácil… pero en la nueva fase política española «ya basta con ser segundo». Sin embargo, emerge un temor real: el del votante ambivalente con voto múltiple, que a fuerza de simplificaciones mediáticas ya identifica al PP, Ciudadanos y Vox como la misma derecha, cuyo único cometido no es ganar elecciones para que gobierne un líder determinado, sino aliarse para expulsar a la izquierda del poder. Es un proceso de mimetización sociológico que puede empezar a producirse de modo que, con tres urnas ante sus ojos, ese votante pueda compartir opciones políticas distintas en función de la simpatía que le genere cada candidato, de su credibilidad, o de su experiencia… o de su novedad. El voto ideológico no se resiente en su ánimo, pero sí se resienten los escaños y mayorías de cada partido. Andalucía ha contribuido a generar una percepción global de «alianza necesaria» frente a la izquierda extrapolable al resto de Ayuntamientos, comunidades y, por supuesto, al Gobierno de la nación. Combatir ese discurso es hoy lo que más preocupa en Génova, porque los códigos pendulares de comportamiento sociológico y electoral están cambiando a marchas forzadas. Podemos agrava su crisis con la rebelión interna en IU Más allá de la ruptura política y emocional entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, poca atención se presta a la paralela división interna en Izquierda Unida, porque ya ha sido concebido como una formación absorbida por Podemos, sin criterio propio sobre la estrategia de la izquierda, y con un guión táctico subalterno y cuasi-irrelevante. Sin embargo, emerge una rebelión en IU de Madrid frente a los manejos internos de Podemos, y se sopesa la alternativa de sumarse a la plataforma de Manuela Carmena y Errejón como «caballo ganador» con el fin de evitar una ruptura interna aún mayor. Gozar de perfil propio en Podemos se ha convertido en una entelequia para Alberto Garzón, y la salida formal de Gaspar Llamazares de la coalición –muy simbólica porque fue coordinador general de IU-, no ayuda a pacificar las cosas. Hasta ahora, IU ha aportado a Podemos un patrimonio propio estimado en un millón y medio de votos. Pero la pugna personal entre Iglesias y Errejón deja a IU más descolocada y confusa a efectos electorales. En pleno tsunami de Podemos, el partido de Garzón empieza a hacer cálculos con la idea de recuperar su clásica marca, hoy arrumbada, y empiezan a surgir dirigentes que alertan de la toxicidad que les produce aparecer ante la opinión pública como el «socio pobre» de Iglesias. El futuro real de Podemos puede depender más de lo que IU termine por decidir ante las elecciones de mayo, que de las refriegas entre Iglesias y Errejón, especialmente si el primero no cede ante el golpe de mano dado por el segundo.

De España http://bit.ly/2G7giVj

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