domingo, 28 de mayo de 2023

Insultados de segunda: cuando la víctima es un árbitro no pasa nada

Durante su primera temporada en el Real Madrid, en un partido contra el Murcia, David Beckham discutió con un juez de línea y terminó llamándole «hijo de puta». El árbitro principal, Turienzo Álvarez, le expulsó. «No me di cuenta de que había dicho algo tan ofensivo», afirmó el jugador británico después: «Se lo había escuchado a mis compañeros varias veces». Su insulto no figura en la multitud de artículos y vídeos que celebran en Internet «los 15 mejores insultos de la historia del fútbol». Aunque la polarización contemporánea pueda acentuar algunas formas de violencia y cancelación, el fútbol es un espectáculo íntimamente vinculado a las agresiones verbales desde sus orígenes: la ritualización de un conflicto social que permite a los espectadores descargar complejos y tensiones cotidianas en el estadio a costa de futbolistas y árbitros. La repercusión planetaria de los gritos racistas a Vinicius contrasta con la normalidad con la que se viven las agresiones verbales en todos los campos de España y del resto del mundo cada domingo, en todas las categorías: desde el fútbol infantil hasta el profesional. El foco principal son los árbitros, «ese abominable tirano que ejerce su dictadura sin oposición posible y el ampuloso verdugo que ejecuta su poder absoluto con gestos de ópera» (como escribió Eduardo Galeano). La hostilidad contra el colegiado puede ser instrumental (sobre todo por parte de los jugadores y cuerpo técnico), pero la inmensa mayoría proviene de la grada: insultos y amenazas anónimos provenientes del 'respetable', que en categoría infantil llegan desde la banda y adquieren el carácter esperpéntico de ver a padres y madres perdiendo la dignidad a espumarajos delante de sus hijos preadolescentes. «Por desgracia, el insulto al árbitro se da en todos los deportes», afirma Víctor Esquinas Torres , exárbitro internacional: «Es un fenómeno universal, quizá salvo en el tenis. Parece que el derecho a insultar va con el precio de la entrada». Pero donde sí ve diferencias entre el fútbol (su pasión) y otros deportes es en los gritos racistas: «Mi hijo juega al baloncesto y le he acompañado a sus partidos infinidad de domingos… Nunca he escuchado un insulto racista. Jamás. Y machista tampoco… Sí al árbitro, o al equipo rival, pero insultos comunes». El excolegiado distingue entre dos tipos de agresiones verbales: «Está el insulto estándar (que pronuncias en un momento de enfado u ofuscación, y que no tiene nada detrás: si yo a usted le llamo 'cabrón', por ejemplo, ello no implica un conocimiento de su vida); y después está el insulto racista, xenófobo o sexista, que tiene mucho sustrato y suele continuarse con otros comportamientos violentos, del tipo que sea. Este insulto surge del pensamiento acerca de que eres un ser superior, y rara vez se queda en eso». En su reacción al caso Vinicius para tratar de asumir mayores competencias en la lucha antirracista y acelerar la toma de medidas sancionadoras eficaces, LaLiga afirmó este jueves que quiere acabar «con todos los insultos, los racistas y los no racistas». Tebas recordó que cuando asumió el cargo, en 2013, «en los estadios se cantaban gritos homófobos contra Roberto Carlos o Cristiano, y a Messi se le llamaba 'subnormal'». La situación ha mejorado desde entonces, pero el hostigamiento al brasileño ha demostrado las limitaciones de los protocolos existentes. Como afirmó Carlo Ancelotti, «condenar ya no es suficiente. Hace mucho tiempo que condenamos este tipo de actos». Según un interesante estudio publicado por el Departamento de Educación Física y Deportiva de la Universidad de Valencia en 2021, los árbitros españoles asumen como normales las agresiones verbales de los aficionados: «Son parte del juego. Es como ir al mar sabiendo que puede haber medusas», en palabras de un colegiado que participó. Su vivencia encaja con el concepto de «violencia simbólica», desarrollado por el sociólogo francés Pierre Bourdieu a finales del siglo pasado: las agresiones no sólo se normalizan, sino que esta lógica es asumida por el objeto de ellas: «Una violencia suave, imperceptible e invisible incluso para sus víctimas», convertidas en destino de un desprecio colectivo que internalizan y no consideran un ataque personal, sino parte del sistema o del negocio. Noticias Relacionadas estandar No Baloncesto La imagen de la vergüenza en la cancha del Joventut quedó sin castigo Sergi Font estandar Si Fútbol El VAR atonta a los árbitros Pedro Cifuentes En el estudio, varios árbitros manifiestan que los insultos racistas proferidos contra ellos mismos son una herramienta para alterar su conducta, sin mayor relación con su etnia o nacionalidad. A pesar de ello, no es infrecuente que la violencia alcance una dimensión física (lanzamiento de latas o mecheros, empujones, balonazos, reclusión en el vestuario con amenaza de paliza, etc): el caso reciente más grave fue el del colegiado Antonio Pozo, víctima de una agresión por parte de varios jugadores (y el padre de uno de ellos) durante un partido de categoría juvenil en Ceuta. El CTA llegó a amenazar con una huelga en medio de las inevitables repercusiones del 'caso Negreira'. El exárbitro internacional Emilio Soriano Aladrén asume con resignación que «los insultos en el fútbol son eternos» y recuerda su experiencia en el Mundial juvenil de la FIFA disputado en Chile en 1987: «El Estadio Nacional de Santiago, a coro, se pasó el partido insultando a Pinochet». Soriano destaca que las jueces de línea profesionales escuchan vejaciones todos los domingos: «Hay machismo además de racismo. Gritos de que se vayan a fregar suelos, de que están gordas… La clave es la reiteración», sentencia el excolegiado zaragozano: «La persona termina explotando. Somos humanos y tenemos reacciones, no hay derecho a que alguien pase por algo así». Como los hombres Según el citado estudio de 2021, las árbitras lo pasan peor en partidos masculinos. Se destaca asimismo que los insultos también provienen de espectadoras, y que son estas las descalificaciones que más les molestan o hieren: «Estas mujeres tratarían de comportarse como los espectadores masculinos porque querrían convertirse en aficionadas al fútbol auténticas, compensando la extendida idea de que no es posible ser mujer y comprender el fútbol». Este viernes, el sindicato de jugadores AFE y el Movimiento contra la Intolerancia propusieron varias medidas en una reunión «urgente» del Observatorio de la Violencia, el Racismo y la Xenofobia en el Deporte (creado en 2008): seguimiento de convocatorias y discursos de odio, violencia y racismo en webs, en redes sociales u otras vías de comunicación, agilizar la labor policial y judicial, la implementación de un canal de denuncia y la suspensión de partidos. La sensación de 'deja vu' refuerza la alarma de las instituciones: el Ministerio del Interior activó esta semana con sorpresiva publicidad visual la detención de cuatro miembros del Frente Atlético identificados hace semanas o meses. Los insultos racistas en el fútbol profesional se van a vigilar con lupa desde ahora. Son, desgraciadamente, la punta del iceberg.

De Deportes https://ift.tt/hMAQVot

0 comentarios:

Publicar un comentario