
La explosión de biodiversidad tras la renaturalización del río Manzanares, una herencia del Gobierno de Manuela Carmena que ha enriquecido el paisaje, la fauna y flora de la ciudad, también ha traído consigo la aparición de un nuevo actor indeseado e inexistente hasta hace dos años en la capital: la mosca negra. Las eneas, la planta dominante actualmente en el cauce tras la apertura de las presas en agosto de 2016, son el medio natural ideal para el desarrollo de este insecto, cuyas mordeduras en seres humanos y animales pueden llegar a ser problemáticas y, siempre, dolorosas. Madrid Salud, dependiente del Área de Seguridad y Emergencias que ahora dirige Inmaculada Sanz (PP), detectó la presencia de la mosca negra en el Manzanares en 2017 a través de su búsqueda activa al comprobar que se hacían fuertes en otros ríos de la provincia. Aunque en regiones como África o América Central y del Sur esta especie de insecto está considerada como un vector, es decir, que propaga otras enfermedades, en Europa y en España no es transmisor. Sin embargo, su rápida proliferación en las aguas del Manzanares requiere una diligente intervención por parte de los expertos de control de plagas del Ayuntamiento para proteger a la ciudadanía de un agente que, por ejemplo en Aragón con el Ebro se ha convertido en una auténtica pesadilla: a finales de junio pasado ya se habían atendido cerca de 6.500 picaduras en Atención Primaria. En Madrid capital no se han producido muchos avisos de mordeduras de mosca negra, pero ya existen y van en aumento. José María Cámara, veterinario y jefe del Departamento de Control de Vectores de Madrid Salud, explica que las labores de los técnicos de su unidad para controlar a esta población se llevan a cabo dentro del cauce, tanto para el monitoreo y vigilancia de las larvas y pupas (cuando se abre el huevo) como para el empleo de un insecticida biológico –con menor impacto ambiental–. Este larvicida se aplica pulverizándolo en la superficie del agua con el objetivo de que las bacterias que van incluidas en el compuesto químico alcancen a las larvas y mueran. Madrid Salud comenzó a utilizar los tratamielos contra la mosca negra en la primavera de 2018, pero este año se han reforzado las medidas para atacarlo de manera más sistemática e intensa. El problema de este insecto es que sus mordeduras a veces pueden provocar complicaciones en algunas personas alérgicas, dando lugar a reacciones locales e incluso malestar y febrícula que requieren el uso de antibióticos. De zona rural a la ciudad «Este insecto era más típico en cauces de zonas altas, donde hay agua corriente y escolleras. En estos lugares siempre habían dado problemas al ganado, pero es un nuevo actor en los cauces medios de los ríos. Este cambio se asocia a que la calidad del agua es mejor, se han depurado, y reúne unas condiciones más propicias para su reproducción», informa Cámara. En los ríos Jarama y el Henares la mosca negra ha ido ganando terreno desde hace diez años a esta parte. En Arganda del Rey y en San Martín de la Vega, a día de hoy, los partidos políticos de la oposición elevan su presencia al grado de plaga. En otros municipios como Mejorada del Campo, Rivas-Vaciamadrid, Torrejón de Ardoz, Velilla de San Antonio, San Fernando, Alcalá de Henares y Coslada llevan tiempo actuando en las riberas para combatirlo, cada uno a su modo: cortando las plantas para evitar su anidación, como hace Torrejón, o con insectívoros, en el caso de Velilla. Sangre para reproducirse La Consejería de Sanidad informó el año pasado de que 301.053 personas habían tenido que ser atendidas por la mordedura de la mosca negra en la región entre 2015 y 2018. La hembra de esta especie necesita sangre para generar la puesta de huevos y comenzar su ciclo biológico. En la capital, sus larvas las fija en las plantas acuáticas del Manzanares, las eneas, o en las piedras del lecho del río. Esta implantación evita que las arrastre la corriente y, mientras, se van alimentando por filtración de los micronutrientes presentes en el agua. Es en esta fase de desarrollo donde se centran las labores de ataque de los especialistas. En el caso de los ejemplares adultos, control de plagas evita usar insecticidas. El río, apunta Cámara, está dividido en segmentos de 500 metros cada uno, cada uno con sus características. «Las zonas que prefiere la mosca negra para multiplicarse son aquellas con fondo pedregoso y con vegetación. Los tramos más proponsos para que fijen sus larvas son los que discurren por Usera y Villaverde», traslada. Un ejemplar de mosca negra a vista de microscopio - MADRID SALUD Un insecto de medio centímetro capaz de poner medio millar de huevos La mosca negra (simulium spp) es un insecto acuático que empieza a proliferar entre abril y mayo, dependiendo del clima, y su presencia se extiende hasta noviembre. Este díptero en su fase adulta es muy pequeño: alcanza entre 2 y 5 milímetros de longitud y vuela activamente pudiendo recorrer grandes distancias. La hembra llega a fijar entre 400 y 500 huevos en las hojas de la vegetación de la ribera, aunque el ecosistema del río puede acabar con la mayoría de las larvas. El problema, apuntan desde Madrid Salud, es cuando nace en ríos con poca biodiversidad, pues tienen más posibilidades de propagarse hasta convertirse en plaga. La mosca negra surge en aguas corrientes, no estancadas y suelen atacar principalmente por el día, pero sobre todo en las horas del amanecer y el atardecer. Generalmente no entran en viviendas. Su presencia se centra en el medio exterior, jardines y espacios públicos próximos a los cauces, como por ejemplo en la capital Madrid Río. En el Manzanares, Control de Plagas ha detectado hasta la fecha mayoritariamente la especie que pica a animales, aunque también se han dado casos de mordeduras a personas. Muerde de manera análoga a los tábanos, generando siempre una lesión dolorosa y de reacción inmediata. La herida de la mosca negra puede dar problemas al rascarse si se infecta o se contamina.
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