sábado, 16 de marzo de 2019

Nadal acepta la cita con Federer

Y será el capítulo 39 de un Rafa Nadal-Roger Federer. En semifinales del Masters 1.000 de Indian Wells. Un año y cinco meses después de aquella final en Shanghái que se llevó el suizo. Porque si en 2017 se enfrentaron hasta en cuatro ocasiones, los cuadros y las lesiones les alejaron del camino en 2018. Hasta esta penúltima ronda del torneo californiano en el que el español espera revertir la dinámica: los cinco últimos encuentros se los llevó el de Basilea. Lo hace después de superar un durísimo partido ante Karen Khachanov y de que las alarmas saltaran con la rodilla. Nadal terminó el encuentro con una protección. Brazos en jarra, mirada a su palco, ceño fruncido. A Nadal, que tan bien se lo conoce por los gestos, no le estaban saliendo las cosas. Perdido el primer juego con su servicio porque no halló forma de que entrara el primero, y hasta cometió una doble falta, tampoco respondía el drive ni tan siquiera el revés. Khachanov no era tampoco ni Krajinovic ni Schwartzman, sino un tenista sólido, que pegaba duro y sin aparentes fisuras. Así que Nadal activó las piernas, pequeñas carreritas para entrar en calor, para hallarse. En el tercer juego, un destello, una segunda bola de rotura que supo levantar porque de mentalidad nadie es mejor que él. Mucho menos Khachanov, quien, perdido el break de ventaja, comenzó a fallar. El hueco que necesitaba el balear para volver al partido y cambiar los gestos contrariados por puños cerrados. Recuperado el break, Nadal ya era Nadal. El de las derechas ganadoras y los passing imposibles. Afianzó la efectividad del primer servicio (que no había pasado del 33 % en los primeros compases del partido), y se lanzó a la red para aprisionar a su rival con esas bolas altas tan molestas que el ruso empezó a no ver tan claras. Su saque, potente y afinado, y su revés, impecable y milimétrico, le salvó en el psicológico décimo juego en el que levantó cuatro bolas de set para ampliar la contienda hasta el tie break. Pero allí, las oportunidades que se habían esfumado pesaron demasiado. No estaba jugando nadal mal, nueve saques directos, pero Nadal ya era el de los grandes momentos, el que le ha superado en todos los choques anteriores y, por mucho que se esforzara, solo le había podido robar un set. No pudo ser en los cuartos de Indian Wells, porque el balear marcó distancias con tres minibreaks y levantó el puño hacia el cielo cuando se vio con el marcador a favor. Alarmas Continuó el acecho, eufórico Nadal con passing, derechas paralelas y cambios de ritmo, pero apaciguado por los saques directos de su rival, que no cedía ni velocidad ni potencia. Y entonces, las alarmas. En el intercambio del tercer juego, Nadal reclamó la presencia del fisio. Se tapó la boca, pero los dedos señalaban hacia la rodilla derecha. También la venda. Y también los siguientes minutos, con miedo el balear de apoyar bien en esa nefasta rodilla y que tantas agonías le ha causado. Acortó los puntos en la red y ganó por recursos, pero no se movía. Negaba hacia su palco, ceja al cielo porque esto no se lo esperaba. No ahora que había encontrado el camino, la solución, la esperanza, la libertad de movimientos. Otra vez. Aparentemente, fue solo un susto. Miedo a que la lesión lo apeara del torneo de Indian Wells. Comenzó a sentirse mejor, más seguro, y desquició a Khachanov, que cedió su servicio ante la impotencia de superar a un Nadal que evidenciaba sus problemas tan claramente. Tenía tocada la rodilla, pero no la mano ni la cabeza. Aunque algo irregular, el de Manacor no cedió. Tampoco Khachanov. Uno y otro ganaron sus siguientes juegos en blanco. El ruso logró abrir una pequeña rendija en la defensa del español y se ganó una bola de set. Nada que no pudiera frenar su rival con un buen servicio y templanza, mucha más templanza. Al final, también el segundo set se decidiría en el tie break. Y de nuevo, la experiencia y la cabeza lideraron la muerte súbita. Nadal manejó la presión con mucha más soltura que su rival, atacado ante las opciones perdidas, con una mano que tembló más de la cuenta y sin más recurso que su servicio, que también se apagó al final. Nadal, todo carácter, se lanzó a la red para acortar los puntos y atrapar la semifinal. Contra Federer, en su enésimo choque. Como si nada hubiera cambiado.

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