
En Anfield se seguía de reojo el choque entre PSG y Estrella Roja. La catedral «red» acogió una de las tan carácterísticas noches épicas y que tan habituales se han hecho sobre el césped inglés. El Liverpool estaba obligado a vencer al invicto y líder de grupo Nápoles. El choque transcurrió con cierta parsimonia hasta que llegaron a oídos de los jugadores ingleses los goles del combinado parisino en Belgrado. Fue entonces cuando Mohamed Salah tomó el mando y asumió la responsabilidad de liderar el ataque de los suyos. No lo tuvo nada fácil. La escuadra dirigida por Ancelotti demostró que su imbatibilidad en la Copa de Europa no era fruto de la casualidad. La zaga napolitana estaba bien plantada, hasta que una gran internada por la banda derecha del egipcio la descolocó y se encargó él mismo de marcar el 1-0. El coliseo británico estalló. Estaban a un solo paso de la clasificación después de que su continuidad en Europa se complicase con las dos derrotas cosechadas en Serbia y París. No obstante, la incertidumbre seguía apoderada del ambiente, ya que un gol de los «azurros» enviaba al vigente subcampeón a la Europa League. No le entró vértigo a los hombres de Klopp y continuaron su asedio a la portería defendida por Ospina. Fue la mejor manera de mantener a raya a su rival, que después de liderar el grupo durante seis jornadas quedó eliminado contra todo pronóstico en el último duelo de la competición. La Champions League seguirá disfrutando de dos de los equipos más potentes de la competición al menos dos noches más.
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