sábado, 1 de diciembre de 2018

Los quince días más largos de la política andaluza

Si las elecciones andaluzas del domingo 2 de diciembre pasan a la historia con alguna épica no se dirá lo mismo de la campaña electoral que la precedió. Puede archivarse como de las más previsibles a pesar de que contaba a priori con suficientes alicientes para haber marcado la vida de los andaluces, que anoche estaban más pendientes de la iluminación navideña de las capitales que de los mítines de los partidos, convertidos en aleluyas fin de fiesta para incondicionales. No ha sido una campaña de quince días. Susana Díaz decidió el adelanto electoral a finales de mayo. Entonces era un secreto a voces que habría elecciones en otoño y los partidos se pusieron en «modo electoral». Eso puede explicar el hartazgo de una campaña que no ha renegado de los viejos métodos de líderes en caravanas y mítines vespertinos en paralelo a técnicas de propaganda vía redes sociales con más ruido que éxito. Miedo al bloqueo El PSOE contaba con más de cinco meses de colchón para utilizar todo el poder de la administración en su beneficio y preparar su estrategia, que siempre es la de los equipos que quieren guardar el resultado. Basta con tocar el balón y bloquear cualquier salida del contrario. No le ha costado mucho trabajo: frente al mensaje del cambio, el mensaje del miedo al bloqueo y la necesidad de contar con un Gobierno de mayoría estable. Frente a la alianza de PP y Ciudadanos, aventar la llegada de Vox para situarles en el mismo espectro político. La paradoja es que Susana Díaz le ha hecho buena parte de la campaña al partido de Santiago Abascal, que en cuestión de semanas pasó de la invisibilidad a cotizar en las encuestas, con una campaña reducida a una intensa actividad en redes sociales y mítines de su presidente cuyo seguimiento ha sorprendido. Como en 2015, más que el socialismo, en estas elecciones se la juega el «susanismo». Eso explica la discreta presencia de Pedro Sánchez -trae malos recuerdos- en la campaña. Factor Casado Sin embargo esta ha sido la campaña andaluza con mayor presencia de líderes nacionales. Pablo Casado, que tiene en estas elecciones su primer reto electoral como presidente del PP, ha tenido hasta caravana propia. Se ha volcado durante 25 días en la precampaña y la campaña y ha recorrido, dice, 20.000 kilómetros. Habrá que revisar el tacógrafo, porque el propio candidato Juanma Moreno ha sumado solo 7.000. A veces las caravanas de los líderes del mismo partido tomaban rumbos distintos. Casado centrado en el debate nacional recurría a sacar las incongruencias del pacto que ha permitido a Pedro Sánchez llevar y vivir en La Moncloa al tiempo que ha ido subiendo el tono de sus ataques. Moreno ha seguido el perfil de oposición pausada de la legislatura para evitar que el PSOE, con su sentido de la propiedad de la tierra que gobierna, le señale entre los enemigos de Andalucía como propagador de malas noticias. A veces sus recursos de distensión de la campaña -como su famosa foto con la vaca- han sido tomadas demasiado en serio. El reparto de roles de sus líderes evidencia el drama del PP. Su campaña ha incluido una trastienda inédita que ha combinado llamadas teléfonicas (1,2 millones de llamadas) con visitas concertadas a hogares andaluces (1.200). En ellas se trasladaba el mensaje clave de la campaña para los populares: estas elecciones son una apuesta entre continuidad y cambio tras 40 años de socialismo. Pugnando por el mismo espacio político, Ciudadanos ha tenido en contra durante toda la campaña haber sido en la última legislatura apoyo del PSOE que ha criticado en el más de centenar de actos que ha organizado con apoyo de unos tres mil afiliados, recorriendo cerca de 6.000 kilómetros. Incluyó en el programa su negativa a pactar con el PSOE y dejó claro desde el principio que habría pacto con el PP si se conseguía una mayoría por el cambio. Como el PP, la formación naranja ha tirado de sus líderes nacionales. Albert Rivera e Inés Arrimadas han participado en una veintena de mítines. Arrimadas ha tomado gran parte del protagonismo en el último tramo poniendo voz a las cuñas radiofónicas dirigidas a pedir el voto útil. Tal ha sido su participación, que en algún acto le preguntaban por qué no se había presentado ella a las elecciones. Más que la presencia de Pablo Iglesias o Alberto Garzón, para Adelante Andalucía la mejor noticia de la campaña ha sido que Teresa Rodríguez (Podemos) y Antonio Maillo (IU), han funcionado como un tándem perfecto, con sus roles de número uno y dos. Sin que afloren las celotipias propias de la política. Los resultados y las estrategias post electorales pondrá a prueba esa convivencia que llamaron confluencia.

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