
El pitoniso Pablo Echenique tenía razón. Aunque lo que temía haya pasado en Andalucía. Dijo que si no se aprobaban los Presupuestos deberían convocarse elecciones, pero que si eso pasaba podría haber un Gobierno de PP, Ciudadanos y Vox. Horror en el hipermercado (España). Y se ha dado el terror en el ultramarinos (Andalucía). Temía que el voto mayoritario fuera a opciones de derechas. «La Reconquista comenzará en tierras andaluzas», anunciaba Santiago (y cierra España) Abascal a caballo con su partidario Morante de la Puebla. Aunque el torero luego se superó en furgoneta. Eso no lo hizo don Pelayo. También tenía razón Isabel García Tejerina cuando se metió en el imposible jardín del atraso escolar en Andalucía. Pobre sobrina de Susana Díaz, la del pelo como Forcadell. Hombre, a una niña la suele avergonzar su madre, no su tía, por muy Susana que sea. No sólo se la lleva a votar sino que la pone a deletrear PSOE delante de todos leyendo una papeleta. La gracia de mi hijo Roque, que a los 30 años dijo «abercoque», diríamos en Murcia. Pablo Casado se presentó por sorpresa a la presidencia del PP. Vox también lo hizo a las elecciones andaluzas tras el éxito de Vistalegre. Ya había mucha gente que pensaba votar a Vox en el futuro y no se explicaba por qué del partido no se hablaba en los periódicos. Hubo un tiempo, entre las elecciones europeas de 2014 y la generales de diciembre de 2015, en que de lo que más se hablaba era de Podemos. Aunque los nuevos dioses no habían llegado todavía. El partido de Iglesias había conseguido cinco escaños en el extranjero, todavía no estaba en el Congreso y, sin embargo, la formación centraba la conversación política y periodística. Hasta los cronistas parlamentarios hablaban de Podemos no estando Podemos en el Parlamento. Anoche se quejaba Ferreras de que Vox no les dejaba entrar en su sede electoral de Sevilla. Según el partido, porque no les habían dado ninguna cancha. Y justifica Ferreras que no tenían representación parlamentaria. En fin. Vox, que hace tiempo que no suena a diccionario, ha llegado al Parlamento andaluz como el día que desplegaron la bandera de España en Gibraltar. Aquellos del comando Vox parecían entonces Alaska, Mario y sus compinches al subir con cervezas por la colina de Hollywood (la del letrero), cuando tuvieron que salir corriendo porque estaba prohibido. Decía Alfredo Landa que hay un término medio entre estar callado y tocar la trompeta. Y Vox siempre ha estado tocando la trompeta. Desde el principio, Casado identificó las vías de agua del PP hacia Ciudadanos y Vox: libertad, seguridad, unidad de España, honradez, defensa de la familia y de la Corona. Luego ya ha apurado con los inmigrantes. Cuando ayer votaba el juez Francisco Serrano, candidato de Vox a la presidencia de la Junta de Andalucía, un apoderado de Adelante Andalucía le gritó «Vivan los inmigrantes». Por lo menos no dijo migrantes. A Susana le habían gritado cosas peores unos apoderados asilvestrados de Vox que fueron apartados («Cuarenta años robando», «Susana, al paro»). Y con los niños delante. La sobrina deletreadora y su hijo de tres años al que todavía da el biberón. De los niños no se habla. Vale. Si se exhibe a los niños se está dando permiso. A Vox han llegado los votos desde el PP (vacas y personas), desde Ciudadanos e incluso desde Podemos. El voto tocapelotas y del huérfano. Anoche no había ni que dedicarse a los restos, ese conjunto de fórmulas electorales que asigna escaños. Otros restos. Por una vez no hablamos de Franco. Aunque sí de Gibraltar (español) en la campaña. Pero por culpa del Brexit. «Alerta fascista», dijo Pablo Iglesias. «Se acabó el día de la marmota en Andalucía», dijo Serrano. A Vox también han llegado votos de los kikos, de miembros del Movimiento Neocatecumenal al que pertenece Francisco Serrano, el juez que amplió un día y medio la custodia de un padre separado para que su hijo de 11 años pudiera salir en la procesión de su cofradía. La puesta de largo de Vox es también una apuesta de largo. Vox por uno.
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