Si el príncipe Hamlet tomara cuerpo mortal y cambiara su fría Dinamarca por los calientes predios del rupturismo, entonaría seguramente consternado una variante de su famosa máxima: «Algo huele mal en En Marea». El proceso de primarias que estaba llamado a determinar el rumbo de la confluencia encalla (o no) en una suspensión indefinida, después de que a pocas horas de que iniciara, irrumpiera en escena un comité de garantías en funciones en el que sus miembros dicen haber encontrado anomalías lo suficientemente gruesas como para pulsar el botón rojo y hacer saltar por los aires las ya frágiles relaciones internas. Como setas tras la lluvia, brotan las acusaciones de «pucherazo» en un espacio político que llegó a nuestras vidas para enseñarnos qué era la transparencia y la nueva política. Ya lo decía Hamlet, «la virtud no puede injertarse en nuestro viejo tronco sin que nos quede de él algún mal resabio». Todo lo que rodea el proceso es chusco o llama a la sospecha. Hay un comité de garantías bajo mínimos que controla el sector de Villares, pero en paralelo hay otro comité electoral alineado con el entorno de los críticos. El zorro guardando las gallinas, pero estas contratando seguridad privada por su cuenta para evitar de tapadillo lo inevitable: la toma de control de En Marea por parte de Podemos, Esquerda Unida, las mareas de las ciudades y un amplio sector de Anova. Dicen ser más e iban a dejarlo claro en estas votaciones. Antes de claudicar, el oficialismo revienta la votación con una apelación a las irregularidades que sumerge todo el proceso en el cieno de la manipulación. Los críticos no se resignan y redoblan la apuesta: las votaciones no están suspendidas y se sigue adelante. Y la duda ahora es: ¿serán válidos los resultados? Si ganan Podemos y EU, ¿será admitido por el sector Villares? El espectáculo está lejos de concluir. Tiene mal arreglo la situación. La indisimulada inquina entre oficialistas y críticos está haciendo irrespirable la atmósfera interna de En Marea, y sea cual sea el resultado, las consecuencias se van a hacer notar internamente. ¿Era esto la crónica de una desconfluencia anunciada? ¿Es En Marea, en realidad, una república bananera traducida a partido político? ¿Las casas comunes de la izquierda malcosidas con el fino hilo del odio a la derecha están llamadas a acabar siempre así, como el rosario de la aurora? ¿Es un problema de ideas o de personas? ¿Tiene posibilidad de recomposición En Marea? ¿Son fiables los partidos políticos en los que sus afiliados se inscriben con las mismas garantías que en un videoclub? Les dejo las preguntas ahí, yo algunas respuestas ya me las sé. Seguramente, Hamlet concluiría su imaginario caminar por los yermos páramos populistas y entonaría su soliloquio universal. «En Marea, ser o no ser, esa es la cuestión».
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