
Esta semana hemos asistido a un bautizo y una boda muy mediáticos. Justo dos de los sacramentos más importantes. Una oportunidad única de demostrar que la educación es un valor al alza. Ni el dinero ni la fama pueden competir con ella. Un ejemplo ha sido la familia Matamoros que este viernes celebró la boda de Diego Matamoros. Contra todo pronóstico, Kiko Matamoros sacó al padre que tiene dentro. Tras ese aspecto de madelman hierático ha demostrado que, a pesar del show televisivo, sus hijos están por encima de todo. Incluso de su propia mujer, que dice haberse alegrado de que Kiko se despojara de los rencores para abrazar a Diego en el día más importante de su vida. No es nada nuevo. Kiko siempre ha estado ahí. Como cuando declaró a su favor en el pleito contra su expareja. A fin de cuentas, él ha sido la estrella que guió a toda la familia hacia el Belén de Mediaset. Hija de Isabel Pantoja durante el bautizo de su hijo - GTRES Nada que ver con Isabel Pantoja. Su devoción a la Virgen del Rocío contrasta con su forma de actuar. No fue consecuente al prohibir -o tal parece- que sus nietos acudieran al bautizo de Albertito. Un gesto que nadie olvidará a pesar del tiempo pasado. Necesitan una confesión general. A los Pantoja ya no les une ni los sacramentos. Solo el parné. También a Dulce, la madrina, la mano que mece la cuna, cuyo nombre es la antítesis perfecta a su forma de ser. Intenta aparentar bondad y ha sembrado la discordia familiar por un puñao de monedas de plata. Si de verdad quisiera tanto a esa niña que hace suya, tendría que fomentar la relación entre madre e hija. Alguien debería decirle que su plano es el segundo, no el primero. Madre no hay más que una.
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