domingo, 1 de julio de 2018

España, contra un país y contra sí misma

Después de transitar por el alambre, tan cerca del precipicio que aún hay quien no se ha recuperado del susto, España se contenta, a su manera, con la situación. Está en octavos de final del Mundial, qué menos, y accedió a los cruces como primera de grupo sin saber cómo, premiada con un viaje por la parte amable de un cuadro absolutamente descompensado. El camino hasta el 15 de julio empieza hoy en Moscú ante Rusia, a vueltas con el mal fario siempre que la selección se mide contra el anfitrión (ocho derrotas en ocho precedentes si se tiene en cuenta también las Eurocopas), pero está España tan tiesa que no cabe la posibilidad de mirar al más allá, pues suficiente tiene con lo suyo. Hoy, al margen de enfrentarse a todo un país, juega contra sí misma, a la espera de una reacción imperativa para avanzar en el torneo. (Dónde ver el España-Rusia) Visto lo visto a lo largo de esta semana en Krasnodar, a los chicos de Fernando Hierro les pica tanta crítica, incluso se muestran ofendidos porque entienden que los medios están para ayudar y no para contar lo que pasa o lo que interpretan. Los jugadores, curiosamente, son los primeros en reconocer que la cosa no va bien del todo, pero se rebelan ante el pesimismo generalizado y remarcan que no están tan mal como se pinta, que en ese grupo hay talento de sobra como para corregirse y dar un paso al frente. Cabe pensar, pues, que a partir de ese orgullo herido renacerá un equipo con síntomas preocupantes. Porque lo cierto es que de los tres encuentros de la primera fase hay muy poco salvable. Si acaso unos minutos contra Portugal en una cita complicada, con la herida abierta por el despido de Julen Lopetegui a dos días del inicio de la competición, pero poco más. Es mejor olvidarse cuanto antes de la noche de Irán, con ese pírrico 1-0 de difícil digestión, y enterrar para siempre el recuerdo del empate ante Marruecos, que llegó gracias al VAR y de pura chiripa. O se despierta, o a casa. De Gea y el resto Como el margen de mejora es enorme, Fernando Hierro se ha empeñado en activar a los muchachos y en tratar de devolverles la confianza perdida con mensajes de optimismo. Al primero al que quiere cuidar es a David de Gea, que jugará sí o sí pese a las pésimas sensaciones que ha transmitido el portero. Más allá del cante ante Portugal, el guardameta contagia al resto con una inseguridad difícil de comprender, pero, contrariamente a lo que sucede en la calle, no hay debate en la caseta. España no ha sido España ni con la pelota ni sin ella, insustancial el dato de la posesión porque la pelota se mueve sin gracia y los artistas están quietos. Atrás hay grietas (cinco goles recibidos en seis disparos), la medular está descompensada y genios como Iniesta o Silva están apagados, especialmente sangrante el caso del canario. Solo Isco se salva y, aunque solo sea por los números, también Diego Costa. Del resto, poco o nada se sabe. En estas se ve Hierro, que tiene hoy una tremenda duda de compleja solución. Puede hacer de entrenador y mover alguna pieza, pero eso implica atreverse y sentar a gente que lleva toda una vida en esta selección. Ya se ha mencionado el caso de Silva, al que su presencia ayer en la rueda de prensa oficial le concede la titularidad si se atiende a esa norma no escrita de que quien habla en la previa juega seguro, y hay otros que tampoco han estado a la altura. Sin embargo, y a tenor de lo que se percibe, el equipo será reconocible, dada por hecha la presencia de Koke en el lugar de Thiago y poco más. Por mucho que España no sea de músculo, según sostiene el propio entrenador, sí que es urgente que alguien ayude a remar a Sergio Busquets, solo y desamparado. Al seleccionador, del que dicen que se está imponiendo a sí mismo una presión tremenda, tampoco le gusta que se hable tanto de lo malo y se esmera, sin mucho éxito, en revertir la situación. «El equipo ha entrenando muy bien, a gran nivel, le veo buen estado tanto físico como mental. Tenemos confianza y queremos ser positivos, vamos a pensar que van a salir bien las cosas», introdujo. «Tenemos claro el plan. Tenemos claro lo que es Rusia y tenemos claro lo que somos nosotros. El fútbol es un juego de errores y tenemos que minimizarlos, es obvio. Y tenemos muchas cosas si queremos ser optimistas: el equipo se ha levantado siempre y eso también lo tenemos que valorar», zanjó. Rusia, brillante en los dos primeros duelos y atropellada luego por Uruguay, entraña peligro, alentada por 75.000 gargantas y con una estadística que asusta: es el tercer equipo que más corre del Mundial. España lo sabe, pero su enemiga es ella misma.

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