La amistad entre las familias Carrera y Sanz ha permitido que siga abierta en Madrid la joyería Sanz, en el número 7 de la calle Gran Vía. Un negocio centenario iniciado en 1854 por Felipe Sanz de Madrid y del Valle, en un local de la calle Montera, que después de cuatro generaciones al frente cerca estuvo de echar el cierre. «Mi padre, Manuel Carrera, tenía un taller en el centro y trabajaba mucho para la joyería Sanz. Tenía una buena amistad con la familia y le propusieron quedarse con la joyería. Ellos no iban a seguir con el negocio pero les daba pena deshacerse de él», cuenta a ABC Marina Carrera, quien en el 2005 cogió la dirección de la tienda. En sus inicios, Felipe Sanz se instaló en un pequeño piso para realizar compra y venta de joyas y se ganó su buena fama por su seriedad y competencia. Fueron sus hijos, Luis y Juan Sanz, quien le obligaron a cambiar a un local mejor, también en la calle Montera, para poder estar más cerca del público. En 1917 Juan Sanz era considerado uno de los principales joyeros de la capital junto con Ansonera, Díaz y Lacloche, entre otros. En 1918 los dos hermanos se separan. Luis monta su propia joyería en la Red de San Luis ( ensanchamiento final de la calle Montera, en su unión con la Gran Vía y las calles Fuencarral y Hortaleza) mientras que Juan se queda con el nombre de Juan y la tienda de Montera. Mantiene el buen hacer y profesionalismo de su padre y se convierte en proveedor de la Casa Real. Entre los encargos que recibe se encuentra el montaje de un collar corto con siete esmeraldas colombianas para la reina Victoria Eugenia. Fachada y escaparate de la joyería Sanz - BELÉN RODRIGO La tiena en el número 7 de Gran Vía se abre en 1945, en la antigua Casa Hispano Suiza. El local llegó a tener 300 metros cuadrados de superficie, llegando al otro lado de la calle. «Abrieron tiendas en San Sebastián, Palma de Mallorca, México, Argentina...En las ciudades en las que viajaban los Reyes y la aristocracia aprovechaban para abrir un espacio y en algunos puntos del extranjero», explica Marina Carrera. La familia Sanz diseñaban sus propios diseños y todavía hoy se conservan los cuadernos con los dibujos de las joyas, entre ellas pulseras, broches y pendientes. «Seguimos conservando estos diseños y se hacen si nos los encargan pero apenas se piden ya este tipo de joyas», aclara la responsable. En sus mejores años, en Sanz realizaron joyas muy importantes e impactantes. «En España, en los años de la Posguerra, quien tenía dinero mandaba hacerse sus joyas. Y según pasaron los años la situación mejoró y más personas compraban joyas. Y había fiestas donde las podían lucir. Ahora todo es muy diferente. Aunque se tenga el dinero, mucha gente prefiere gastarlo en otras cosas, como viajes, pero no en joyas», reflexiona la responsable de la tienda. Los Sanz llevaban las mejores marcas tanto de joyas como de relojes y contaban con su propio taller. «En 1947 trajeron la primera joya Harry Winston a Madrid y se hizo un No-Do», subraya Carrera. Diseños de pulseras de la familia Sanz que se conserva en la joyería - BELÉN RODRIGO Carrera y Carrera Fueron pasando los años, el negocio lo heredaban las siguientes generaciones de los Sanz hasta que la cuarta, con Juan Manuel y José Antonio Sanz, no quiso continuar. Es cuando entra en escena la familia Carrera. Manuel Carrera, bisnieto de Saturio Esteban Carrera, aprendió el oficio con los grandes joyeros madrileños de la época hasta que abrió su propio taller de joyería en el Madrid de los Austrias. Pronto destacó por su estilo único y rompedor. La marca fue ganando prestigio no solo en España sino por todo el mundo y todavía hoy la mantiene. El espacio que tenía en Serrano se cerró y la tienda Sanz de Gran Vía les permitía contar con muchos metros cuadrados en la planta inferior para exponer sus esculturas. Escultura con motivos rusos - BELÉN RODRIGO La familia Carrera mantuvo parte de las marcas con las que trabajaba Sanz además de introducir sus propios diseños y sus famosas esculturas. Los clientes han cambiado radicalmente y han ido adaptándose a la demanda. «Los clientes de toda la vida ya han muerto y por esta zona ya vive poca gente, hay más oficinas y hoteles. Y en cambio han aparecido muchos turistas, que representan el 80% de nuestra clientela», afirma Marina Carrera. Las esculturas, muchas de ellas con motivos rusos, son todo un éxito entre sus muchos clientes rusos. De hecho, en estos momentos tienen muy pocas expuestas porque «nos han pedido muchas para el Mundial de Fútbol. A las autoridades rusas les gusta regalar este tipo de esculturas», puntualiza. Los rusos aprecian el trabajo minucioso y bien hecho que está por detrás de cada joya y cada esculutura de Carrera y Carrera y se han convertido en sus mejores clientes. El local conserva las mesas y vitrinas originales, de caoba, realizados en Brasil. Algunos muebles están guardados, ya que la tienda ya no es tan grande como en sus comienzos porque la familia Sanz llegó a ceder una parte del local al hotel que tiene al lado. Uno de los objetos más curiosos que están a la venta en la joyería es un traje de luces del torero mexicano El Pana. «Siempre tenemos un traje, cuando se vende, traemos otros, a los clientes les gusta mucho», reconoce Marina. Se sigue vendiendo joyería clásica, con rubí, diamante, oro, brillante, zafiro y esmeralda y a los extranjeros les gustan mucho las perlas. Atrás quedaron los mejores años para este negocio pero la joyería Sanz sigue aportando mucha profesionalidad y elegancia al comercio de la calle Gran Vía. Pendientes y anillos de Carrera y Carrera - BELÉN RODRIGO
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domingo, 1 de julio de 2018
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» Del collar de esmeraldas de la reina Victoria Eugenia a las esculturas para el Mundial de Rusia
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