domingo, 28 de julio de 2019

«Tampoco te creas que he visto tantas negociaciones peores que esta...»

Sindicalistas, estibadores, empresarios, trabajadores de aeropuertos... Marcos Peña, expresidente del Consejo Económico y Social (CES), ha librado como mediador todo tipo de batallas. Ha sido el intermediario en conflictos cuya resolución se antojaba imposible y, como prácticamente todos los españoles, asistió el jueves perplejo a cómo Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, o lo que es lo mismo, PSOE y Unidas Podemos, no consiguieron ponerse de acuerdo para sentar las bases de un Gobierno de coalición. «Los sindicalistas son mejores, al final necesitan pactar. Ellos y los empresarios. Siempre se ha pactado todo y de todo. Con líos o sin líos», dice Peña entre risas, tras ser preguntado por cómo dos partidos ubicados en el mismo espectro ideológico, a los que se les debería presuponer sintonía, no fueron capaces de entenderse. No sólo eso: también protagonizaron correosos enfretamientos verbales en sede parlamentaria: «Es un caso de falsos hermanos. Siempre es más fácil negociar con alguien que no es tan afín o, visto de otra forma, que no es tan competidor tuyo». Esta frase de uno de los negociadores más reconocidos de España pone de manifiesto que la batalla por la supremacía en la izquierda política, especialmente cruenta años atrás con el PSOE en horas bajas y Podemos al alza, que parecía olvidada, no lo está tanto. No obstante, el experto estima que el aspecto fundamental que reventó la negociación es otro. «Para poder llegar a un acuerdo, un elemento fundamental es la voluntad: querer», setencia Peña, quien también indica que en la mayoría de negociaciones «las partes están obligadas a querer llegar a un acuerdo». Curiosamente este es el reproche que se lanzaron ambas partes cuando fracasó la sesión de investidura de Pedro Sánchez: «Se ha dado un debate basado en simpatías, antipatías, desconfianzas que no ha partido de un diagnóstico de las necesidades de tu país». Delimitar el problema Junto a la voluntad de llegar a un acuerdo, Peña también señala que es necesario, por obvio que pueda parecer, que exista un segundo elemento para que una negociación entre dos partes pueda llegar a buen puerto. «Es conveniente recordar que para resolver un problema es importante delimitarlo correctamente», resalta el experto, que considera que el problema a solucionar, en el caso de la disputa entre PSOE y Unidas Podemos, no estaba bien delimitado por ninguno de los actores. «La delimitación del problema es confusa. Un problema nunca puede ser subjetivo, es decir, este me cae mejor o peor. La delimitación debe ser objetiva y aquí la delimitación del problema a resolver con la negociación se llama España», especifica el expresidente del CES, que vuelve a señalar la importancia de anteponer un acuerdo con políticas antes de abordar el reparto de las carteras ministeriales: «Lo principal es qué quiero hacer con España. Hay que tener una idea de tu país y luego ver cómo lo puedes conseguir». El respeto Fajado en mil batallas, Peña se reserva a la hora de encontrar un paralelismo entre esta negociación por la investidura de Sánchez con otras que él haya vivido en el pasado. «Tampoco te creas que he visto tantas negociaciones peores que esta...», ironiza, para después dejar sobre la mesa una frase que resume una realidad preocupante. «A lo que no me ha recordado es al entendimiento entre diversos al que estamos acostumbrados». lamenta el negociador, quien señala «el respeto al otro» como un aspecto fundamental para poder llegar a un entendimiento en casos así. «No se puede demonizar a la otra parte. La educación es fundamental», puntualiza. «Parece que hay una obsesión entre los políticos por que les den la razón. Pero el mensaje de “yo tengo razón” es letal en estos casos», insiste Peña, quien vuelve a repetir que el aspecto decisivo en negociaciones como estas «no es conciliar razones, sino intereses. Tienes que saber en qué país estás y qué quieres hacer». Y antes de zanjar la conversación, este hombre, que ha puesto de acuerdo a multitud de enemigos acérrimos con visiones opuestas de una misma realidad, lanza un último recado en forma de postilla. Por si alguien en el Hemiciclo quiere escuchar: «También hace falta cierta dosis de modestia, claro».

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