domingo, 30 de agosto de 2020

Ni bares ni reuniones en el epicentro de las infecciones en Galicia

Salto en el tiempo en Arteixo y en el barrio lucense de A Milagrosa, donde las restricciones para frenar la pandemia han vuelto al mes de mayo. Instalados de nuevo en una suerte de fase 1, en estos dos puntos marcados en rojo en el mapa de la Comunidad por el aumento en el número de contagios ya no es posible comer en un restaurante o celebrar un encuentro familiar. La normativa es clara y prohíbe, entre otras cuestiones, las reuniones de más de cinco personas, las visitas a residencias y centros de día o el consumo en el interior de los bares, uno de los colectivos más perjudicados por el paquete de medidas con el que el Gobierno gallego trata de controlar estos dos focos de infección. En Arteixo, con más de 120 contagios, la fotografía ayer —primer día de restricciones— era la de calles semivacías y terrazas convertidas en tabla de salvación de los hosteleros. En A Milagrosa, epicentro de un brote que ya suma 180 contagiados, todos los bares echaron el cierre como muestra de su enfado ante unas medidas que, consideran, los «estigmatizan». Sin salir de la ciudad de la muralla, el plan para evitar la propagación del virus que afecta a toda la urbe inició ayer los cribados entre los trabajadores que más contactos sociales acumulan, caso de taxistas, conductores o farmacéuticos. Pero, sin duda, la actuación más llamativa en este paso atrás en el mano a mano con el Covid fue la labor de desinfección desplegada el barrio con más infectados de la provincia. Un equipo de limpieza reforzado en cuanto a efectivos y medios se encargó ayer de esterilizar el firme, las fachadas de los edificios, las paradas y marquesinas de los buses, los contenedores, las papeleras, las barandillas o cualquier otro elemento del mobiliario urbano donde el virus pudiera adherirse. Aquejados de una «incidencia acumulada alta», estas dos localizaciones centran ahora la preocupación del comité clínico del Gobierno gallego, que no rebajará las limitaciones hasta que no se confirmen una mejoría en la transmisión del virus. Esta «específica» situación epidemiológica también obligó a un refuerzo de los controles policiales, que velan por que las normas básicas se cumplan a rajatabla, lo que implica que nadie salga a la calle sin mascarilla, que todas las áreas recreativas permanezcan cerradas o que eventos musicales y ferias se cancelen sin excepción. Entre las quejas y la resignación, los vecinos reviven los peores momentos del confinamiento, la eterna amenaza en la sombra.

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